sábado, 10 de febrero de 2018

Ahí viene el tiranosaurio

El tiranosaurio Rex tiene apetito de petróleo y sufre la resaca de la vieja hegemonía  en decadencia. Como su amo Trump, está desbocado y carece de escrúpulos, lo que lo convierte en una amenaza todavía mayor. Sus bramidos invoncan la guerra  y, por desgracia, han encontrado eco entre un puñado de presidentes y élites políticas latinoamericanas.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

Empantanado en Siria, neutralizado –temporalmente- en la peninsula coreana,  agazapado en las fronteras de sus aliados europeos con Rusia, y temeroso de la proyección geoestratégica de potencias competidoras en América Latina, el imperio vuelve sobre sus pasos en el patio trasero. Y lo hace de la única manera que sabe: con chantajes, amenazas y maniobras urdidas en las cloacas del Departamento de Estado y del Pentágono, que atentan contra la posibilidad de construir democracia y contra la soberanía de los pueblos de la región. La reciente gira del Secretario de Estado norteamericano Rex Tillerson, demuestra que el segundo año de la administración Trump será de grandes peligros para nuestra América, porque la Casa Blanca tiene dos objetivos que rayan en la obsesión: uno, descarrillar las relaciones económicas, políticas, de seguridad y defensa que China y Rusia están forjando en el continente; y el otro, la destrucción de la Revolución Bolivariana, con el propósito no confeso de apropiarse de las riquezas petroleras venezolanas.

Tillerson, exdirector ejecutivo de la corporación petrolera Exxon Mobil, dejó claro estos puntos en el discurso que pronunció en la Universidad de Texas el pasado, 1 de febrero, antes de realizar su primera escala en México. En su alocución, el funcionario definió a China y Rusia como “potenciales actores predadores que están apareciendo en el hemisferio”, “poderes lejanos que no representan los valores fundamentales de la región” (de los que, según Tillerson, Estados Unidos sería el único garante), y concluyó que “Latinoamérica no necesita nuevos poderes imperiales que sólo buscan el beneficio propio”. Para cualquier persona que tenga una visión medianamente crítica de la historia de América Latina, una afirmación como esta parecería un simple disparate neocolonialista; sin embargo, expresa la perspectiva política, histórica e ideológica desde la cual la Washington se plantea las relaciones interamericanos y el curso de sus inminentes acciones en nuestros países.

Por eso no sorprende que el otro gran eje del discurso del Secretario de Estado, y de su gira en general, haya sido la Revolución Bolivariana y la “restauración de la democracia” –la democracia made in USA, como la que llevaron a Irak, Afganistán o Libia- en Venezuela. Misión para la cual el Secretario de Estado consechó apoyos en Argentina, Colombia y Perú, cuyos presidentes están dispuestos a embarcarse en la inminente aventura imperialista barajando opciones que van desde las sanciones a la comercialización del petróleo venezolano (un bloque deliberado),  o la creación de un supuesto “corredor humanitario” para enviar “ayuda” a Venezuela desde Colombia, hasra el aumento de la presión e injerencia diplomática que realizan los países miembros del llamado Grupo de Lima (que ya anunciaron el desconocimiento de las elecciones presidenciales convocadas para el mes de abril).

El tiranosaurio Rex tiene apetito de petróleo y sufre la resaca de la vieja hegemonía  en decadencia. Como su amo Trump, está desbocado y carece de escrúpulos, lo que lo convierte en una amenaza todavía mayor. Sus bramidos invoncan la guerra  y, por desgracia, han encontrado eco entre un puñado de presidentes y élites políticas latinoamericanas dispuestas a acelerar la intervención y radicalizar los métodos de lucha –con la opción militar como prioridad- contra el gobierno de Nicolás Maduro. A estos perritos falderos los hermana el odio por la Revolución Bolivariana y lo que esta, con sus altos y bajos, sus aciertos y sus errores, significa e ilumina en el largo camino de nuestra segunda independencia.

Para Venezuela y nuestra América en su conjunto, se auguran tiempos difíciles, porque esta ofensiva imperial, que hace parte de la restauración neoliberal conservadora, encuentra a las izquierdas y a las fuerzas progresistas latinoamericanas y caribeñas viviendo su peor momento en los últimos 15 años. En un escenario así, todo puede ocurrir en Venezuela, y todos los caminos parecen conducir a una inevitable tragedia. La historia sabrá juzgar a quienes hoy conspiran contra el diálogo y la búsqueda de la paz; y a quienes mañana abran las puertas de su territorio para que  el Norte revuelto y brutal agreda a un país  hermano. Que la memoria de nuestros pueblos no los olvide jamás.

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