sábado, 24 de octubre de 2015

América Latina: ¿Volver al pasado?

Hoy, con elecciones presidenciales en Argentina, elecciones parlamentarias en Venezuela en diciembre, y una evidente ofensiva golpista en Brasil, que la derecha intenta maquillar con artilugios jurídicos, las fuerzas nacional-populares -o progresistas como algunos prefieren llamarlas- de estos tres países enfrentan enormes pruebas y desafíos, de cuya resolución dependerá la continuidad de sus proyectos.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

Chávez, Kirchner y Lula: tres de los artífices
 del nuevo tiempo nuestroamericano.
Los procesos políticos que desde hace tres lustros tienen lugar en Argentina, Brasil y Venezuela han sido determinantes en la reconfiguración posneoliberal de nuestra América Latina en el siglo XXI. Las luchas, avances y victorias que allí han alcanzado los gobiernos nacional-populares, los partidos, movimientos sociales y organizaciones populares de las más diversas y plurales expresiones, no solo permitieron derrotar sucesivamente a la derecha neoliberal en su propio terreno –el de la democracia electoral burguesa- y al imperialismo estadounidense con su emblemático proyecto panamericanista del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), sino que además crearon las condiciones necesarias para articular un conjunto de iniciativas de integración regional capaces de reactivar nuestra utopía unionista, ahora en un nuevo marco de soberanía y autodeterminación, lejos de las agendas impuesta desde la Casa Blanca en Washington o desde un despacho del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Fueron épicas las jornadas de resistencia popular y de audacia diplomática en la Cumbre de Mar del Plata en 2005, que culminaron, por un lado, con el descarrilamiento del ALCA que pretendía anexar América Latina como un mercado cautivo de las transnacionales estadounidenses; y por el otro, con la emergencia de los presidentes Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez como líderes de estatura continental, capaces de poner en marcha ya no solo proyectos nacionales –basados en la recuperación del Estado, una fuerte política social, de redistribución de la riqueza y ampliación de la democracia- sino también con repercusiones en toda América Latina y el Caribe. En ese sentido, también fueron memorables los encuentros que, a partir del fracaso de la aventura panamericanista, permitieron la construcción de espacios de integración como el ALBA, UNASUR y CELAC, y en sentido mayor, la forja de un consenso nuestroamericano que, en buena medida, ha orientado la inserción de nuestra región en el nuevo mundo multipolar.

Hoy, con elecciones presidenciales en Argentina, elecciones parlamentarias en Venezuela en diciembre, y una evidente ofensiva golpista en Brasil, que la derecha intenta maquillar con artilugios jurídicos, las fuerzas nacional-populares -o progresistas como algunos prefieren llamarlas- de estos tres países enfrentan enormes pruebas y desafíos, de cuya resolución dependerá la continuidad de sus proyectos, la estabilidad de las conquistas sociales, económicas y culturales, y en definitiva, la posibilidad de seguir explorando y ensayando alternativas de solución a los problemas estructurales de sus respectivas sociedades y de la región, en medio de la crisis civilizatoria que parece ahogar toda esperanza para el mundo.

En ese escenario, América Latina se encuentra ante una encrucijada: profundizar el giro a la izquierda y la construcción de una nueva hegemonía que, con sus distintos matices característicos, más revolucionarios unos y más reformistas otros, ha permitido avances inéditos en la historia de la región, incluso a pesar de las contradicciones y errores que puedan señalarse a cada gobierno; o ceder a el campo político y cultural conquistado en estos años ante la contraofensiva conservadora de la derecha regional y su propuesta de volver al pasado: a los tiempos de los ajustes estructurales y la dominación del FMI y el Banco Mundial; del desmantelamiento del Estado y las privatizaciones; del sometimiento a los dictados de la globalización neoliberal y sumisión a la política imperial de los Estados Unidos.

Lo ganado hasta ahora es incuestionable; defenderlo es un imperativo ético e histórico con nuestra América y su futuro.  Y acompañar a los pueblos en esta lucha es nuestra opción.  Como dijera el patriota venezolano José Félix Ribas, “no podemos optar entre vencer o morir, necesario es vencer”.

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