sábado, 4 de mayo de 2013

Esta receta ya la conozco (I Parte)

La derecha latinoamericana, los medios de comunicación y la trama de los golpes de Estado. Una aproximación histórica y crítica al caso de Salvador Allende en Chile, que ofrece lecciones para comprender lo que se prepara actualmente en Venezuela contra la Revolución Bolivariana.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

Chile 1970. Salvador Allende gana las elecciones presidenciales de septiembre. Al no haber obtenido la mayoría absoluta, debía ser ratificado por el Congreso. Según consta en documentos desclasificados de las agencias de inteligencia de  Estados Unidos, desde ese mismo momento la CIA traza un plan para impedir que Allende asuma la presidencia del país.

El dueño del principal medio de comunicación de la derecha, el periódico  El Mercurio Agustín Edwards, viaja de inmediato a Estados Unidos, donde se reúne con Donald Kendall,  alto ejecutivo de Pepsi Cola quien lo conecta con la CIA. Edwards llevaba años conspirando para dar un golpe en Chile, bajo la cobertura de un Club de Yatismo, la Cofradía Náutica del Pacífico Austral.

La derecha planea el secuestro del Comandante en jefe del Ejército General René Schneider Chereau con el fin de provocar la intervención de las Fuerzas Armadas y evitar la sesión del Congreso que debía ratificar a Allende. Explotan bombas en lugares públicos, el aeropuerto internacional de Santiago,  Canal 9 de televisión, el Instituto Geográfico Militar, la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile,  estaciones eléctricas y la Bolsa de Comercio de Santiago entre otros objetivos. La cadena de diarios de Edwards con El Mercurio a la cabeza inmediatamente culpa a la izquierda.

Schneider resiste el secuestro y es asesinado. Gran parte de los integrantes del grupo terrorista que participó en el asesinato de René Schneider fueron reclutados de los comandos electorales del derrotado candidato conservador Jorge Alessandri. El Informe de la Comisión Especial del Senado de Estados Unidos que investigó las actividades ilegales de la CIA, presidido por el Senador Frank Church registra en la página 31 que se habían realizado entre el 5 y el 20 de octubre, 21 contactos de agentes de la CIA con elementos claves de las Fuerzas Armadas y Carabineros chilenos. A aquellos chilenos (militares y carabineros) que se inclinaban por dar un golpe se les aseguró un fuerte apoyo en los más altos niveles del gobierno norteamericano, tanto antes como después del golpe.

En esta ocasión, el golpe de estado fracasó, Allende asumió la presidencia el 4 de noviembre de ese año. En julio de 1971 nacionalizó el cobre recuperándolo para Chile. Las empresas estadounidenses Anaconda y Kennecott  tuvieron que abandonar el país debiéndole al Estado chileno 4 mil millones de dólares producto de las utilidades excesivas que habían obtenido durante los últimos años, gracias a los bajos (o nulos) impuestos que pagaban, según una rentabilidad "razonable" de 10% a partir de 1955  a lo que se le restó la indemnización acorde la ley. A partir de ese momento,  estas empresas se plegaron al financiamiento de la conspiración contra un gobierno legal que había tomado una medida que fue ratificada unánimemente en el Congreso del país austral.

El propio presidente estadounidense  Richard Nixon y su Secretario de Estado, Henry Kissinger, dieron la orden para promover un boicot contra el gobierno de Allende, mediante la negación de créditos externos y la petición de un embargo al cobre chileno. Dos años después del golpe militar que puso fin al gobierno de Allende, Pinochet  pagó una indemnización de 250 millones de dólares a la Anaconda, propiedad de las familias Rockefeller y Rothschild.

Las medidas en favor de los sectores más desposeídos que tomaba el gobierno de la Unidad Popular comenzaron a ser resistidas por la derecha con el apoyo estadounidense que veía en ellas un “mal ejemplo” para otros países en los que tenían importantes propiedades. Comenzó el sabotaje a la economía y la creación de dificultades a la gestión gubernamental. Pongámoslo en palabras de Jacques Chonchol, ministro del gobierno de Allende “La otra cosa, que todos recuerdan, fue el desabastecimiento y el mercado negro. Por dificultades económicas externas y falta de créditos bloqueados por el imperialismo, se habían agotado las reservas nacionales. La capacidad portuaria de Chile era limitada y, si bien podíamos importar, muchas veces no teníamos cómo sacar la mercadería de los puertos en óptimas condiciones, y así se fue creando desde fines de 1971 un cierto desabastecimiento. Además, había un gran poder de compra en manos de la gente, no solamente de los sectores populares, sino que de la clase media. ¿Qué pasa cuándo se crea una situación de este tipo? La gente tiende inmediatamente a comprar mucho más de lo que necesita porque quiere precaverse para el futuro, entonces la gente que tenía que comprar el litro de aceite, si podía comprar diez compraba diez. Así fue aumentando el desabastecimiento y generó una serie de problemas. Se hizo un interesante y muy importante esfuerzo con la creación de las JAP, las Juntas de Abastecimiento y Precios, pero no fue suficiente para contrarrestar las dificultades y el sabotaje. La prueba fue que al día siguiente del golpe de estado aparecieron enormes cantidades de mercaderías que habían sido acumuladas…”.

Toda esta situación, fue creando mucha tensión, la cual era aprovechada por la derecha para generar desasosiego y conflicto con la realización de una campaña de sabotajes a la economía que derivaron en el paro patronal de octubre de 1972, en el que se realizaron una gran cantidad de acciones de  bloqueo de carreteras, barricadas, disturbios en concentraciones públicos y ocupaciones de sedes universitarias. Toda esta medición de fuerzas a escala nacional, fue directamente apoyada por el Gobierno de los Estados Unidos, a través de la CIA, coordinada con empresas multinacionales como la International Telephone and Telegraph (ITT) y Kenecott, además de financiar a El Mercurio para crear un ambiente de caos, incluso los gremios de camiones recibieron dólares diarios para mantener la huelga. 

La paralización de los empresarios se detuvo después de la decisión del presidente Allende  de hacer ingresar a miembros de las Fuerzas Armadas al gobierno.  El Comandante en Jefe del Ejército general Carlos Prats, que había sustituido al asesinado general Schneider fue nombrado ministro del interior. Caro le costó su apego a la Constitución. En  septiembre de 1974 un comando que actuaba bajo órdenes directas de Pinochet lo asesinó junto a su esposa en Buenos Aires.

Como se dijo anteriormente, las elecciones parlamentarias de marzo de 1973 fueron el último intento de la derecha para salir legalmente de Allende. Si hubiera obtenido dos tercios de los votos, como era su objetivo, habrían tenido la mayoría suficiente para acusar y destituir constitucionalmente al Presidente. Fracasaron en el intento, a pesar de todo el sabotaje a la economía y el bombardeo mediático en plena guerra fría, que acusaban al gobierno chileno de ser un satélite de la Unión Soviética, la Unidad Popular aumentó su votación llegando al 43,5% de los votos.

En esas condiciones, se dio la orden para organizar el golpe de estado. La derecha contaba con el liderazgo del partido demócrata cristiano (PDC) que tuvo su origen –al igual que Primero Justicia en Venezuela- en las ideas falangistas de Francisco Franco. Así como el  PDC chileno sostuvo una estrecha alianza con el dictador Franco, hoy Primero Justicia es un adláter de sus seguidores organizados en el Partido Popular que conduce ideológicamente José María Aznar.  Su paladín era Eduardo Frei quien condujo al conglomerado de derecha a la creación de condiciones institucionales para el levantamiento de los militares. Frei pensaba que una vez derrocado Allende se le iba a entregar al poder a un gobierno civil en el cual el PDC tendría el control. Los militares fascistas retribuyeron sus servicios por el derrocamiento de Allende, asesinándolo en 1982, tal como lo dictaminó una investigación judicial en 2009. Así le pagó la oligarquía a su lacayo “demócrata y cristiano”. 

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