sábado, 13 de abril de 2013

Rescatar la república paraguaya

De la gran herencia cultural, de justicia social y honradez administrativa que legó a las futuras generaciones aquella República que apenas duró medio siglo [1813-1864], no queda nada, sus ejemplares valores éticos y de desarrollo social, han sido sepultados por el accionar de las cúpulas colo-liberales que, con rarísimas excepciones, arrojan un balance abominable.

José Antonio Vera / Argenpress.info

Paraguay se prepara para las elecciones presidenciales,
todavía bajo la sombra del golpe de Estado del 2012.
El Paraguay, como país y como pueblo, atraviesa un tiempo difícil, con un Gobierno usurpador e insensible ante los dramas sociales, un Parlamento amoral y un Poder Judicial cómplice con toda esa abyección, sin que los más generosos esfuerzos de análisis permitan visualizar días mejores en el corto tiempo, a juzgar por el penoso espectáculo de la campaña electoral para las generales del próximo domingo 21 [de abril].

Empezando por la miserabilidad de los favoritos que encabezan la puja para definir los nombres del nuevo titular del Ejecutivo y la futura composición del Senado y Diputados, una bicameral inútil que paga salarios y regalías superior al de muchas potencias, con 125 personas que tienen la misión de legislar y sólo trabajan medio año un cuarto de ellos.

Con seis millones de ciudadanos y apenas la mitad inscripto en el padrón electoral, este país tiene 80 Diputados y 45 Senadores. Alemania, con 82 millones de habitantes, sólo 100, Estados Unidos, tan admirado por los cavernícolas, tiene un Senador por Estado y Noruega, Suecia y Dinamarca, entre los países de mejor bienestar, no tienen Cámara Alta, dado que es un engendro en extinción en el mundo, mantenido en Paraguay solamente como negociado de círculos familiares y partidarios.

La derecha, en sus dos ramales colorado y liberal, ultraconservador uno e igual de reaccionario el otro, que además exhibe el título de usurpador de la voluntad popular desde hace nueve meses y medio, constituye una familia profundamente corrupta que, en más de un siglo, ha saqueado el país en forma inmisericorde, con la excepción de algunos períodos muy cortos, al frente de un Estado paquidérmico, desinteresado en los temas culturales que, deliberadamente, alimenta un alto grado de analfabetismo.

En la campaña electoral, que está llegando a su fin, en el escalón inferior a esas dos fuerzas viejas, y con visible diferencia de comportamiento, se sitúa el reformismo, también con dos vertientes, el Frente Guasu, mejor estructurado y con sustento campesino, y Avanza País, de presencia urbana. Aunque, por mezquindades, llegan separadas a la lid electoral, en el conjunto de sus enunciados programáticos reflejan la línea política que aplicó el Gobierno de Fernando Lugo entre el 15 de agosto del 2008 y el pasado 22 de junio.

Lejos, atrás, vienen los restos del otrora poderoso Partido Unace, del exGeneral y candidato presidencial Lino César Oviedo, muerto semanas atrás en un accidente de helicóptero (su familia habla de asesinato), así como el Partido Patria Querida, también en franca decadencia, un rejuntado de empresarios que cinco años atrás había sentado presencia política en base a cuatro o cinco parlamentarios que, en sus intervenciones, se diferenciaban de la fauna colorada-liberal.
Rezagados, pero con pudor, llegarán a la meta las expresiones que más podrían avecinarse a un pálido concepto de izquierda, el Movimiento Kuña Pyrendá (que podría traducirse como senda o plataforma de la mujer), encabezado por Lilian Soto y la experimentada dirigente campesina Maggi Balbuena.

Soto, médico y Ministra de la Función Pública en el Gobierno de Lugo, en su presencia frente a los canales de televisión, ha sacado una clara ventaja conceptual a todos los demás presidenciables. De hablar claro y directo, ha encarado con valentía la defensa de género, el ateísmo, la homosexualidad, el aborto y la expropiación de las tierras malhabidas, entre ocho a doce millones de hectáreas, “más del 80 por ciento del territorio más fértil, secuestrado por el 3.0 por ciento de los habitantes del país”, con numerosos latifundistas extranjeros, en una afrentosa monopolización.

Con lejanas similitudes, y aún más débiles, pelean el Partido de los Trabajadores y el Partido Patria Libre, superando en adherentes a los Partidos Humanista y Blanco.

Entre todos los emblemas en pugna, uno de los fracasados es el Partido Demócrata Progresista, conducido por el matrimonio de la parlamentaria Desirée Massi y Rafael Filizzola, primer Ministro del Interior de Lugo y gestor en el 2008 de la contratación de agentes de Colombia y Estados Unidos para combatir el narcotráfico y las organizaciones campesinas, los movimientos populares y todo lo que sonara a “zurditos”.

Otros dos partidos, más bien hoy simples siglas, que corren el riesgo de evaporación, son el Demócrata Cristiano y el Encuentro Nacional, el primero presidido por Rolón Pose, quien fue Ministro de la Vivienda con Lugo, de pésima actuación, y el segundo ha pasado, en una década, de constituir una esperanza de alternativa popular, a un rótulo con ciertos candidatos al parlamento que confiesan profundo odio a los pobres, a los negros y a los musulmanes, partidarios de reformar la Constitución para incluir la pena de muerte.

En los 200 años que esta nación ostenta la definición de República, se registran dos períodos sustancialmente diferentes. El primero arrancó en 1813 y murió en 1864, cuando la pérfida Inglaterra ordenó a los gobiernos colonizados de Argentina, Brasil y Uruguay, que la invadieran y destruyeran por el delito de ser un Estado Independiente, sin hambre ni analfabetos. El genocidio duró hasta 1870 y la ocupación política y económica se extendió muchos años más.

El segundo período, vigente hasta ahora, comenzó una década después de la infame y desigual guerra, con la formación de los dos partidos políticos que son los más poderosos aún, el Colorado y el Liberal, el primero hechura brasileña y el segundo argentina, al punto que durante el medio siglo que siguió al genocidio, casi todos sus caudillos fueron amaestrados en centros civiles y militares de ambos países, reemplazados en las últimas ocho décadas por Estados Unidos, en universidades y en su Escuela de las Américas.

De la gran herencia cultural, de justicia social y honradez administrativa que legó a las futuras generaciones aquella República que apenas duró medio siglo, no queda nada, sus ejemplares valores éticos y de desarrollo social, han sido sepultados por el accionar de las cúpulas colo-liberales que, con rarísimas excepciones, arrojan un balance abominable.

Si la historia noble no mantuviera viva la obra de José Gaspar Rodríguez de Francia y de Carlos Antonio López y su hijo, el Mariscal Francisco Solano López, inmolado por la Patria al final de la Guerra de la Triple Alianza, podría pensarse que Paraguay nació predestinado para la desgracia, para vivir rezagado en el concierto de naciones y para que la mayoría de sus hijos vivan humillados por la exclusión social y aplastados por la corrupción y la mediocridad de los aparatos politiqueros y de empresaurios que manejan el Estado a su antojo.

Sin embargo, en abril del 2008, la elección de Lugo a la Presidencia resultó un mensaje muy claro de que el pueblo quiere cambios y ahora, en vísperas de las elecciones generales, aparecen síntomas muy visibles de la decisión de ciertos sectores ciudadanos de impulsar una práctica política nueva, buscando rescatar de las monstruosas entrañas del poder actual, la ejemplar República Independiente, Soberana y de justicia y equidad social que todos sus hijos tienen derecho a gozar, en particular los más excluidos.

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