domingo, 17 de julio de 2011

Guatemala, enseñanzas del asesinato de Facundo Cabral: el estado, cuando quiere, funciona.

En la “exótica” Guatemala se hace paradigmáticamente realidad aquella idea que plantea que el Estado es un instrumento de clase. Aquí funciona con poco de legitimación, poco de consenso y mucho de exclusión.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

rafaelcuevasmolina@hotmail.com

Recurrentemente, analistas y columnistas nacionales y extranjeros hablan del Estado guatemalteco como uno fallido. Las circunstancias, dicen, especialmente la arremetida del narcotráfico, le ha superado ampliamente y, corrupto, decrépito, ineficiente y pobre, prácticamente no tiene salida posible.

No repetiremos aquí cifras, hechos y procesos que respalda estas afirmaciones. Son muchas, contundentes, escalofriantes, y los guatemaltecos lo viven con miedo, todos los días, a todas horas y en todo lugar.

El asesinato del cantautor argentino Facundo Cabral, nos descubre ahora una nueva faceta de ese Estado dizque fallido: su eficiencia. No habían pasado 72 horas después que el artista hubiera sido acribillado a balazos en las calles de Ciudad de Guatemala cuando ya había detenidos, investigaciones en varios países, información bastante completa de las actividades empresariales de su acompañante.

Es decir que, en eso del funcionamiento del Estado guatemalteco, el sol no sale igual para todos: solo cuando él quiere, camina.

¿Quiere decir esto que no hay corrupción, ineficiencia y falta de recursos? Claro que sí las hay, pero existe un aparato que puede funcionar cuando se lo propone, pero para ello se necesita que exista un verdadero interés por hacerlo funcionar. En este caso, el de Facundo Cabral, el motor que mueve ese interés se puso en marcha porque la víctima era un extranjero conocido cuya muerte aumentaba el descrédito que ya tiene el país en el extranjero y que, además, no estaba inmerso en la red de intereses económicos, políticos y mafiosos que se disputan el país. Por eso es más “fácil” resolver el caso.

En la “exótica” Guatemala –como la llama el periódico Página 12 de Argentina- se hace paradigmáticamente realidad aquella idea que plantea que el Estado es un instrumento de clase. Aquí funciona con poco de legitimación, poco de consenso y mucho de exclusión. Y a quien no le guste, garrote, pues para eso fue hecho el ejército, aunque repitan continuamente la cantaleta, que ni ellos mismos se creen ya, que están ahí para cuidar la soberanía nacional.

El Estado como botín para repartir prebendas, para armar negociados, para encubrir trapos sucios. Un Estado a la medida de sus mezquinos intereses y necesidades de clase que hoy por hoy pasan por la colusión con las mafias internacionales que trafican droga, armas y personas de sur a norte y de norte a sur. Decir que el Estado está colapsado, que es fallido, les conviene, y hacen todo lo posible porque sea realidad.

Estos mafiosos son los mismos, aunque reciclados y con nuevos aliados (ellos son flexibles y saben estar a tono con los tiempos), que supieron hacer de la guerra un negocio; que la aprovecharon para acaparar tierras en zonas en donde se suponía que había petróleo, como sucedió en la franja transversal del norte; que no escatimaron la excusa de la lucha contra la subversión para desalojar a los legítimos dueños de la tierra y acapararla; que fundaron instituciones financieras (como el Banco del Ejército) que fue mampara para el enriquecimiento y el acaparamiento de fortunas que hoy son la base de sustentación de mucha de la actividad delictiva que tiene a Guatemala como está.

No hay casualidades, entonces, y quien quiera ver, que vea. Los que hoy vienen a rasgarse las vestiduras y prometen que sabrán poner en orden, con mano dura como antes, la casa, pertenecen a la estirpe de los bandidos de siempre y no hay que confundirse: no se han arrepentido de nada de lo que hicieron, lucran y viven a costillas de la situación que crearon, y siguen siendo tan violentos y prepotentes como siempre.

El Estado no es una entelequia buena o mala de por sí; depende de quiénes son los que se encuentran administrándolo, de qué intereses y necesidades de clase se expresan en él. Por eso en Guatemala, mientras los mismos de siempre sigan encaramados en él y hagan y deshagan a su antojo, el Estado seguirá siendo fallido, y solo cuando le interese, funcionará.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido Rafael: Lo poco bueno que ha hecho el vende recursos de la patria el corrupto Arzú, fue colocar cámaras para observar a quien comete infracciones de tránsito, eso es lo que permitió al MP dar con los responsables del asesinato del querido Facundo, pero es injusto no reconocer que quien está en estos momentos al frente del MP es una mujer transparente y joven abogada que el único compromiso que tiene es con su trabajo, también resolvió un par de asesinatos recientemente. Ella ha hecho un esfuerzo titánico para acabar con la corrupción del MP, asunto casi imposible en un país donde existe la corrupción a caudales, porque su sociedad también lo es, hay ladrones porque existe gente que compra lo robado, hay corrupción porque la sociedad no asume su responsabilidad de pagar en tiempo y dinero sus errores, además que todo mundo se hace el ciego y no toma cartas en el asunto de exigir al Estado transparencia en el manejo y rendición de cuentas de los recursos y manejos que se hacen de el. Cada centavo que sale del gobierno debería ser rigurosamente auditado. En un estado tan pobre es inconcebible que los funcionarios tengan carros del mismo para que los lleve y los traiga, cada uno de los ciudadanos va con sus propios recursos a su trabajo, así debería ser para todo aquel funcionario público, y esos recursos invertirlos en educación, salud, etc. Creo que es tiempo de proponer y exigir, ahora que de nuevo los genocidas están a la puerta de tener el poder oficial, aunque siempre lo han tenido paralelamente, debemos empezar a planear escenarios que no permitan que los chupadores de sangre sigan derramándola bajo este techo azul hermoso que cubre a nuestra querida Guatemala.

Marylen Bustamante