sábado, 27 de noviembre de 2010

Elogio de la desobediencia

A estas alturas, la cuestión no es solamente cuestionarse la etapa en la cual se encuentra el sistema capitalista de producción, es decir, el neoliberalismo. Porque el problema es más grave aún: el problema es cuestionarse si un sistema, que vive a costas de la depredación del entorno en el que él mismo se sustenta, es viable para la humanidad.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmal.com
(Ilustración: "Justicia... Sí a la vida", tomada del diario www.elpais.cr)
No le fue muy bien a América Latina siguiendo el rumbo que le marcaron desde afuera en los años del neoliberalismo rampante. Los que siguieron al pie de la letra los dictados del FMI se las vieron negras y estuvieron a punto de caer en la malhadada lista que, desde las vecindades del FMI, enumera los “estados fallidos” del mundo.
En Costa Rica, el señor Oscar Arias Sánchez, a la sazón presidente de esta nación, llamaba a ser “una pequeña Irlanda”, pensándola a esta como un modelo que llevaría rápidamente al desarrollo que él auguraba llegaría al país allá por el 2021 (o el 2022, no estaba seguro).
Los acontecimientos que se han desencadenado en Europa y tienen en vilo a ese continente, amenazando con arrastrar hasta a los más poderosos, dan qué pensar respecto a este tipo de ofertas.
Más recientemente, la actual presidenta doña Laura Chinchilla, despotricó en una reunión con ganaderos, contra todos aquellos que, según ella, quieren hacer de Costa Rica una especie de museo natural. Es decir, que a la señora presidenta le parece que eso de pensar en un desarrollo que preserve las pocas riquezas naturales que van quedando es algo que debe tomarse con guantes, no vaya a ser que el 2021 (o 2022) nos sorprenda aún si desarrollarnos.
Quiere decir que el modelo de desarrollo en el que piensan don Oscar y doña Laura, a tono con los sectores dominantes latinoamericanos que han impulsado el modelo neoliberal en América Latina en los últimos 25 años, tiene, por lo menos, dos rasgos en los que deberíamos detenernos a pensar: 1) que es proclive a llevar al desastre económico con todas sus repercusiones sociales y 2) que no se detiene ante nada ni nadie, con tal de transformar en mercancía cualquier cosa que se le ponga al frente.
Ojalá que los signos de advertencia en relación con lo negativo de seguir los dictados que llegan de afuera terminaran ahí. A estas alturas, la cuestión no es solamente cuestionarse la etapa en la cual se encuentra el sistema capitalista de producción, es decir, el neoliberalismo. Porque el problema es más grave aún: el problema es cuestionarse si un sistema, que vive a costas de la depredación del entorno en el que él mismo se sustenta, es viable para la humanidad.
Más aún, se trata, sí, de cuestionarse el sistema capitalista en su totalidad pero, además, el conjunto de valores y la visión de mundo de la cultura de cuyo seno ha surgido y le sustenta.
Porque a estas alturas, aunque no se haya hecho el tan necesario balance de las experiencias de las sociedades que se dieron a la tarea de construir el socialismo en la Europa del siglo XX, y que fracasaron tan estrepitosamente en la pasada década de los noventa, pareciera ir quedando claro que esos experimentos sociales también se inscribieron en la lógica depredadora de su entorno natural, lo cual se encuentra en la base del perfil cultural de la Civilización Occidental. Esos también fueron modelos foráneos que se nos vendieron como panacea para solucionar nuestros males.
Es decir que, cuando menos, deberíamos de tener cuidado con lo que se nos ofrece como el jarabe que cura el catarro, los callos y el mal de Chagas, es decir, que es bueno para todo. Lo ideal sería que, como ya nos exhortaba don Simón Rodríguez desde el siglo XIX, pensáramos con cabeza propia y viéramos con nuestros propios ojos. O, como dijera Martí, que se nos injertara el mundo y en nosotros floreciera, pero que el tronco fuera solo nuestro.
Eso implica romper con la tan aciaga tradición de ver a los de afuera como los sabelotodo que nos resolverán la vida. Significa búsqueda, atención y sensibilidad con lo que tenemos más cerca, con lo que somos y lo que queremos.
Se dice fácil pero entraña inmensas dificultades. El momento actual por el que transita América Latina lo certifica.

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