domingo, 14 de junio de 2009

Costa Rica y su encrucijada

¿Seremos solo un apéndice de la cartografía imperial y de la globalización neoliberal, o por el contrario, aún estamos a tiempo de revertir ese proceso y repensar los caminos deseables, desde la perspectiva del bien común y de los intereses de las mayorías populares, que debería transitar la sociedad costarricense?
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Concluidos los procesos internos de elección de precandidaturas a la presidencia de la República, por parte de las dos principales agrupaciones políticas del país, a saber, Partido Liberación Nacional (PLN, gobierno) y Partido Acción Ciudadana (PAC, oposición), una compleja encrucijada se dibuja en el horizonte costarricense: ¿existen las condiciones políticas y la correlación de fuerzas necesaria para impulsar, desde el campo popular, la construcción de otro tipo de sociedad, o en las elecciones de febrero del 2010 se definirá, únicamente, un cambio de administrador del sistema de dominación en Costa Rica?
Adelantamos una respuesta: con una clase política sometida al poder que ejerce sobre ella el capital económico –criollo y transnacional- , lo que se perfila son dos propuestas más o menos diferentes sobre el modo de sobrellevar el neoliberalismo (o la neocolonialidad), pero no de transformación profunda de las estructuras que sostienen ese modelo (y cuya expresión más acabada es el TLC con EE.UU.).
En este escenario, la atomización de las organizaciones sociales y populares, así como la improbable –por ahora- constitución de una alianza política de centro-izquierda (contra la que atentan los prejuicios ideológicos y los apetitos de poder), incide en la incapacidad de articular un proyecto alternativo. Tal situación juega a favor de la continuidad neoliberal.
El PLN, con su candidata Laura Chinchilla, parte como favorito para ganar en 2010. El que alguna vez fue un partido socialdemócrata, representa ahora -según palabras del Presidente Oscar Arias- a una socialdemocracia flexible, que en la práctica reciente se ha descubierto como dócil y genuflexa al proyecto globalizador neoliberal y al orden hegemónico de los EE.UU.
Las informaciones publicadas por la prensa en los últimos días, dan cuenta de las exorbitantes sumas de dinero gastadas por el PLN en su convención interna y reafirman una peligrosa mutación del sistema político costarricense, que pasa de ser una imperfecta y no pocas veces cuestionada democracia electoral (pero funcional en comparación con otros países), a convertirse en una auténtica plutocracia.
Solo el PLN reportó gastos por 800 millones de colones (cerca de 1,5 millones de dólares), en las campañas publicitarias de dos de sus precandidatos. Demasiado dinero para un país que se encuentra en recesión, donde crece el desempleo y la crisis económica estimula a la derecha a sacar sus garras y destrozar el sistema de protección laboral, con proyectos de ley que proponen “flexibilizar” –muy a la usanza socialdemócrata contemporánea- las jornadas y contratos de trabajo.
Este dinero fue aportado por empresarios privados, todos ellos vinculados a los grupos de poder económico del país. Un dirigente del partido declaró a la prensa que se trata de “inversión nacional en democracia y [que] genera empleos”. Pero ya hace algunos años, Martín Unzué, académico de la Universidad de Buenos Aires, reflexionó sobre estos mecanismos de financiamiento electoral y concluyó que si las empresas “realizan los aportes es porque esperan obtener un beneficio que supere el que les hubiese generado el realizar una inversión alternativa”.
Por su parte, Ottón Solís, líder y fundador del PAC, que surgió a principios del siglo XXI como una escisión del PLN, reivindica un proyecto socialdemócrata histórico. No obstante, sus ambiguas posiciones ante el orden globalizador (por ejemplo, sostuvo la tesis de la renegociación del TLC con EE.UU., pero no la del rechazo y crítica profunda a su lógica de tierra arrasada), así como la limitada capacidad del partido para la movilización popular y la apropiación de espacios de poder político (en municipios y alcaldías), condicionan las posibilidades reales de que conduzca una transformación profunda de las estructuras de exclusión que persisten en el país.
En un intento por ganar apoyo entre el sector empresarial y exportador costarricense (la nueva oligarquía), la semana anterior Solís emprendió una gira por los EE.UU., que lo llevó a reunirse con académicos e investigadores de la Universidad de Harvard y del MIT. Su nueva bandera parece ser el discurso del emprendedurismo, que pontifica sobre los beneficios del esfuerzo deliberado del Estado y la sociedad para crear empresarios (no se habla de ciudadanos críticos, participativos, solidarios). Un discurso bien recibido por los grupos de poder y medios de comunicación hegemónicos del establishment neoliberal.
Sin embargo, no es clara la estrategia de Solís para acercarse a los sectores populares y a los numerosos votantes indecisos e indiferentes a la política, entre los que se cuentan una enorme cantidad de jóvenes y personas afectadas por las reformas neoliberales de las últimas décadas (la antigua clase media).
Por otra parte, la reflexión y discusión sobre las particularidades de nuestra condición centroamericana y latinoamericana, y sobre nuestras posibilidades de inserción en el sistema regional que se conforma desde el Sur del continente, están fuera de la agenda del PLN y el PAC, que concentran sus miradas en el Norte y en una suerte de apropiación simbólica de la figura del presidente Barack Obama para sus respectivas campañas.
Desde el punto de vista cultural, tanto la omisión de la cuestión latinoamericana como el afán de atar nuestro destino a la potencia del Norte, expresan un fenómeno de mucha mayor envergadura: la cada vez menor resistencia que existe en nuestra sociedad a la incorporación del ser norteamericano en el ser costarricense[1], lo que está directamente relacionado con el sistema de organización económica, productiva y social del país (neoliberal), y los valores y modelos culturales que ese sistema requiere para imponerse como dominante.
De nuevo en el ámbito político, ¿dónde buscar elementos para forjar un proyecto alternativo? Diversas organizaciones sociales han formulado sus propuestas. En lo personal, recomendamos la lectura del ensayo del Dr. Henry Mora: UTOPÍA, PROYECTO ALTERNATIVO Y RECUPERACIÓN DEL ESTADO DE DERECHO. MEDIACIONES NECESARIAS PARA UNA SOCIEDAD EN LA CUAL QUEPAN TODOS (http://www.dei-cr.org/uploaded/content/publicacione/346464499.pdf), publicado por la revista Pasos en el año 2005 y en el que, como lo explica su autor, establece “algunas mediaciones básicas entre lo que llamare­mos la utopía necesaria, el proyecto alternativo, la estrategia política de cambio y las luchas diarias y puntuales por las alternativas frente a los principales problemas económicos y sociales que agobian a los países latinoamericanos y, especialmente, a los sectores más explotados y excluidos de la población”.
¿Seremos solo un apéndice de la cartografía imperial y de la globalización neoliberal, o por el contrario, aún estamos a tiempo de revertir ese proceso y repensar los caminos deseables, desde la perspectiva del bien común y de los intereses de las mayorías populares, que debería transitar la sociedad costarricense? He aquí la gran encrucijada.

NOTA
[1] Rafael Cuevas Molina, en su obra Identidad y cultura en Centroamérica (2006, San José: EUCR. Pág. 117), indaga sobre este fenómeno y su impacto en la llamada identidad nacional, a partir del nuevo héroe nacional: el astronauta costarricense, pero nacionalizado estadounidense, Franklin Chang.

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