sábado, 21 de octubre de 2017

Venezuela y España: ¡No pasarán!

En un período de dos semanas, desde el referéndum catalán 1-O  y las elecciones venezolanas 15-O, se ha demostrado que es posible, contra toda maquinaria conspiratoria, hacer prevalecer valores democráticos en donde de principio a fin el pueblo se convierte en el principal actor de las decisiones de su destino.

José Toledo Alcalde / Especial para Con Nuestra América
Desde Estados Unidos

La transpolitización de la “democracia liberal” en dos semanas salió del closet. El rostro oculto de la democracia liberal no soporta más sobrevivir detrás de bambalinas y gime por mostrar su real personalidad ajena a los intereses del pueblo. En muy breve tiempo cronológico (kronos), pero históricamente amplio y profundo (kayros), el mundo,  ha sido testigo que desde la jurisprudencia legislativa (Constitución) y más allá de ella existe democracia (Carles Puigdemont).  Fueron dos mecanismos democráticos los cuales, puestos en escena soberanamente, han demostrado, que a pesar de no ser elaborados por el pueblo, fue él  mismo quien se encargó de su cumplimiento. Nos referimos al Referéndum y Elecciones vividos en Cataluña y Venezuela.

Cuando el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy aseveró: “El Ejecutivo defiende para Venezuela lo mismo que para España, en el sentido de que haya libertad, democracia y respeto a las personas y sus derechos”, lo tenemos claro, no se refirió a la puesta en escena del pueblo catalán en donde – desde el ejercicio del derecho a la libre determinación de los pueblos – salieron al encuentro de las urnas el pasado 1º de agosto decidiendo por su destino en relación a su independencia político-económica del gobierno español. La “libertad, democracia y respeto a las personas y sus derechos” que desea Rajoy para Venezuela se encargó de confrontar agentes, policías, guardias civiles con fuego y sangre contra el pueblo. Resultado: 893 civiles heridos vs 431 policías y guardias civiles.

Las palabras de Rajoy nos recuerda la lealtad “democrática” con la cual el dictador Francisco Franco justificó su razón de ser: “El referendo que pretendía liquidar la Constitución española e independizar a una parte de nuestro país sin contar con la opinión del conjunto de los españoles simplemente no ha existido. Se ha evitado con el fundamento de la ley, con el respaldo de los demócratas, con la determinación de los tribunales y con la actuación de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado”. Y, a esto, le llaman democracia!

En Cataluña, el 1 de octubre de 2017 votaron 2.286.217 personas (una participación del 43% del censo). El 'sí' obtuvo 2.044.038 votos (90,2% del voto válido), por 177.547 del 'no' (7,8%) y 44.913 en blanco (2%). También hubo 19.719 votos nulos. Carles Puigdemont, de cara al Parlamento, finalizó su discurso: “Hoy el Gobierno de Cataluña hace un gesto de responsabilidad y generosidad, y vuelve a extender la mano al diálogo… Porque queremos ser fieles a nuestra larga historia, a todos los que han sufrido y se han sacrificado, y porque queremos un futuro digno para nuestros hijos e hijas, por toda aquella gente que quiera hacer de Cataluña su tierra de acogida y de esperanza”.

En Venezuela, caso paradigmático del ejercicio de una Democracia Socialista y Directa, el 15 de octubre de 2017, 18.099.391 votantes fueron convocados en 23 estados del país. De igual forma, fueron habilitadas 13.559 centros de votación y 30.274 mesas electorales. Todo esto en un contexto de convocatorias a elecciones presidenciales, congresales, regionales, plebiscitos y referéndums, que superan a cualquier país del continente. La autenticidad del sistema político venezolano no está reñida con los valores y principios democráticos regidos por la Constitución de la Republica Bolivariana.  En otros casos la jurisprudencia constitucional legitima actos totalitarios revestidos de atuendos falsamente democráticos. 

Mientras España (calcando la Ley Fundamental de Bonn, art.37, vía coactiva federal) constriñe, paradójicamente, el no derecho a la libre autodeterminación de las Comunidades Autónomas por medio del art. 155 de la Constitución, Venezuela garantiza la autonomía y libre determinación de todos sus ciudadanos y ciudadanas. Mientras España encarcela ciudadanos y ciudadanas catalanes (caso Jordi Sánchez y Jordi Cuixart), Venezuela libera ciudadanos que atentaron contra el orden constitucional y la vida (caso Leopoldo López) y permite – constitucionalmente - la libre determinación del sector opositor (Verbi gratia, antes contaron con 3 gobernaciones, en las elecciones del 15-O ganaron 5).

No entendemos cómo puede seguirse sosteniendo la teoría de la dictadura venezolana en un país que cuenta con una de las constituciones más respetuosas de los derechos fundamentales y el sistema electoral más eficiente del planeta. 

Es inaudito observar como la derecha internacional no para de desgarrar sus vestiduras ante democracias como las desarrolladas y respetadas por Cataluña y Venezuela. Es innegable como Washington y su leal siervo, la OEA, respaldan falsas democracias como el representado por Rajoy. Estos falsos profetas y profetizas de falsos valores humanos y democráticos no duermen pensando en el momento oportuno para altar y apropiarse – como es de costumbre – del oro y petróleo como botín de guerra. ¿No es esta la razón de tanta “ira democrática” del Imperio y sus aliados?

El real rostro de la “democracia liberal” quedó una vez más al descubierto mostrándose tal cual es: totalitarista, violenta, excluyente, insensible, dictatorial, por ende anti democrática.

Como parte del proceso de resistencia democrática, catalana o bolivariana, en contextos de supremacía del  imperio del mercado  (totalitarismo de métodos), en un periodo de dos semanas, desde el referéndum catalán 1-O  y las elecciones venezolanas 15-O, se ha demostrado que es posible, contra toda maquinaria conspiratoria, hacer prevalecer valores democráticos en donde de principio a fin el pueblo se convierte en el principal actor de las decisiones de su destino. Tanto en el caso catalán como  venezolano (salvando las diferencias), sobre la base de la defensa de la identidad histórica, están en juego tres ejes fundamentales que todo pueblo democrático debería contar como pilares: dignidad, independencia y soberanía.

No hay lugar para dudas, sin dignidad, independencia y soberanía no podemos hablar de democracia. De cualquier cosa podemos hablar, menos de democracia!

Un gran número de pueblos, otrora sojuzgados por cruentas tiranías, antes cívico-militar, hoy del mercado, han llegado a tal nivel de madurez política que asumen, cada vez más y sin miedos, su rol histórico más allá de normativas jurídico-legislativas o imposiciones política y económicamente nefastas. 

Democracia más allá de la Constitución en el caso catalán, democracia con Constitución en mano tal cual lo enseñó el Comandante eterno Hugo Chávez Frías en el caso bolivariano. Sea cual fuere la experiencia del Gran Soberano, debe respetarse, sobre todo, la libre autodeterminación de los pueblos (Erga omnes/ Ius cogens), caso contrario desde las tribunas callejeras y virtuales, siempre será parido, con júbilo y esperanza, el grito soberano: ¡No pasarán!

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