sábado, 11 de marzo de 2017

Argentina: El país en las calles

No hay sector que no se queje. No hay sector que no proteste y, no hay protesta que no intente explotar en las calles, en los medios, aunque como sabemos, su vapuleado rol, los hace ir y venir, mentir y mentir, pero, finalmente, la evidente realidad, no se puede ocultar.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

Marcha de docentes en Buenos Aires, el 6 de marzo.
En tres días salieron multitudes a las calles del país. Primero el lunes 6, los maestros, el martes 7, los trabajadores convocados por la CGT y el miércoles 8, las mujeres.

Los maestros encabezados por Roberto Baradel y la CETERA, fueron acompañados por padres y alumnos que saben que no sólo está en juego la paritaria docente, los sueldos bajos que desean sujetarlos a un 18%, muy por debajo del altísimo nivel inflacionario alcanzado en los últimos meses (el mayor de las últimas dos décadas), sino la calidad educativa garantizada por un porcentaje del PBI, el que paulatinamente fue creciente en los últimos años. Lo que respalda esta actitud negadora de la realidad es una prepotencia descomunal ejercida por los diversos gobiernos provinciales oficialistas, que estuvieron de acuerdo en la tabla rasa que hizo el gobierno nacional, dejando librada a cada jurisdicción a sus recursos. De ese modo, todas van a estar sujetas a rondar un incremento del 17%, equiparada a la pauta inflacionaria fijada en el Presupuesto 2017. Sin embargo, se les escapó San Luis – el otro país de los peronistas Rodríguez Saa – que otorgaron un 40%. También el nivel de salarios acordados por los bancarios, está lejos de ese techo aplastante que pretende asfixiar a los docentes, el que sería referencial para los incrementos del resto de los empleados públicos.
  
En cuanto a la convocatoria masiva realizada por el triunvirato que conduce la CGT, la respuesta fue brutal. En el obelisco se concentraron centenares de miles, como pocas veces se ha visto. Todas las calles convergentes a la explanada del grandioso monumento, estaban repletas. Allí toda esa masa humana que había llegado de diversos puntos del país, representando infinidad de gremios y sindicatos de mayor o menor envergadura, esperaba la convocatoria para un paro general, deseaba oír una fecha dentro de éste mes de marzo. Esto lo habían pactado los dirigentes el día anterior con las máximas autoridades. Al no definirse, la multitud se desmadró. Comenzó a circular la versión que dos de los referentes, habían arreglado con el gobierno. Para colmo Daer, el último orador de la jornada, tuvo un furcio revelador, dijo, “vamos a parar antes de fin de año”, luego se rectificó, pero la sospecha ya estaba en el aire. De allí que el gobierno salió a decir que era un acto político en vista a las elecciones de octubre. Pretexto pueril e hipócrita con el que ha querido ignorar lo sucedido. Sin embargo, la multitud bramaba como en otras ocasiones aquella consigna de Eva Perón, la líder espiritual del movimiento obrero, quien exhortaba a la lucha “con los dirigentes a la cabeza o la cabeza de los dirigentes”, aliteración que fluye en la mentalidad de los obreros en los momentos cruciales.

Más allá de las fintas, de los desconocimientos, la historia de las manifestaciones obreras en el último medio siglo en Argentina y sus consecuencias, es inapelable: han caído dictaduras más o menos feroces, gobiernos democráticos; ha sido un antes y un después. Desde el famoso “Cordobazo” de mayo de 1969, encabezado por Agustín Tosco, pasando por los paros nacionales de la década del ochenta liderados por Saúl Ubaldini o la pueblada del 19 y 20 de diciembre de 2001, su fuerza arrolladora una vez que tomó la calle, fue devastadora.

Lo primero que surge de la mirada retrospectiva, es la ausencia de un líder convocante como en el pasado. Ya no está la figura intachable del Gringo Tosco, ese tipo que salía del sindicato y volvía a la sección como simple obrero y, cuyo ejemplo, hacía retroceder al militar más pintado. Tampoco en el actual Triunvirato cegetista hay quien iguale al dirigente cervecero – Ubaldini – cuya prédica “Paz, pan, trabajo”, hizo temblar los cimientos institucionales del gobierno de Alfonsín en la recuperada democracia. Entonces, las masas obreras de las grandes empresas públicas, dominaban el escenario nacional. Por el contrario, los triunviros se parecen más a los famosos “gordos” amañados y entreguistas que transaron con el neoliberalismo menemista y se prendieron al festín del desguace del Estado. La gente lo sabe, no se engaña. Como tampoco se engaña el gobierno que sabe que no ha surgido una nueva figura convocante de toda esa marea humana de ánimos caldeados que recorre las calles. Pero está, no ha salido a la luz, pero está. Cristina Fernández llamó a sus seguidores que acompañaran a los obreros, mientras ella concurría ante el Juez Bonadío, en Comodoro Py.

El caldero está hirviendo, juntando presión, como también han sumado presión las mujeres que salieron a la calle el miércoles 8, en una cruzada internacional por sus derechos.

Esta semana también se ha conocido el nuevo informe de la Deuda Social Argentina elaborado por la Universidad Católica Argentina, UCA, en donde los índices son extremadamente reveladores de la situación social generada por el cambio de políticas en los últimos quince meses: el porcentaje de personas bajo la línea de pobreza trepó del 29,0% al 32,9%, las personas bajo la línea de indigencia del 5,0% (2015) al 6,3% (2016) y, el índice de Gini (0 máxima igualdad, 1 máxima desigualdad) pasó de 0,412 en 2015 al 0,440 en 2016. Números fríos, cifras técnicas, que ocultan a millones de personas con nombres y apellido que rondan por las calles intentado sobrevivir cada día. Familias que han salido a la calle, que duermen bajo los puentes, que se alimentan de residuos, que esperan la caridad de alguien al golpear una puerta, porque los comedores comunitarios no dan abasto con la demanda.

Pero a esa pobreza estructural, que intentan justificar para no ver los nuevos pobres de su gestión, se van sumando los obreros y empleados de las empresas que cierran ya sea por la recesión o por la apertura a las importaciones, como es el caso de la fábrica Volkswagen de General Pacheco, que suspendió 600 operarios, o Sancor, la cooperativa lechera que estos días dejó sin trabajo a 400 trabajadores, tras el cierre de cuatro plantas.

No hace falta agregar que la caída 8% del consumo de leche – cifra enarbolada por La Serenísima, una de las empresas líderes del sector, que compara con la crisis de 2001 –, alcanzó sobre todo a los niños, los que han disminuido o directamente, suprimido la leche vacuna de su dieta, justamente en el famoso “país de las vacas”, en donde el campo fue el sector más beneficiado por el gobierno.

Demasiadas contradicciones, ninguna respuesta oficial, mientras tanto la presión continúa subiendo, mientras marzo avanza inexorablemente hacia otra convocatoria de la memoria y las consecuencias sociales de la última dictadura. Cada día un paso, muchos pasos conforman una honda huella, huella que de tanto transitarla, se transforma en una grieta insalvable.

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