sábado, 10 de diciembre de 2016

México, la quinta frontera imperial

En Estados Unidos de América y en México, el establishment neoliberal tiene un doble discurso sobre los indocumentados. Deplora el racismo de Trump pero aplica férreamente la contención de migrantes.  Finalmente de lo que se trata es de precarizarlos  y abaratar sus salarios aún más.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

El presidente electo estadounidense  hizo de los migrantes, especialmente de los mexicanos, el principal chivo expiatorio de los males de su país. Agitando  de manera racista esta bandera, Trump usó electoralmente el descontento de los trabajadores, principalmente blancos, contra los efectos devastadores del neoliberalismo. Prometió deportar a los calculados 11 millones de indocumentados y recuperar para los estadounidenses los puestos de trabajo por ellos “usurpados” según su decir. Y los demócratas encabezados por  Hillary Clinton también usaron  electoralmente el horror que nos ha inspirado el discurso que ocasiona un déjà vu hitleriano. Se nos olvida que en materia de deportación de indocumentados, demócratas y republicanos comparten dudosos honores.  Bush Sr. deportó  en 4 años a 160 mil inmigrantes, Clinton en 8 a 860 mil, Bush Jr. en igual período expulsó a 2 millones y finalmente Obama también en 8 años deportó a 2.8 millones.

Igual indignación ha causado, especialmente en México, el propósito de Trump de construir un muro de cemento a lo largo de los 3,152 kilómetros de la frontera con éste país. Pero en materia de muros para contener la migración del sur, hasta el momento también demócratas y republicanos son muy parecidos. Los primeros 22 kilómetros de muro metálico en la frontera sur de Estados Unidos de América, los construyó el demócrata Clinton entre 1993 y 1994, es decir al inicio de su mandato. Ciertamente Bush Jr. superó con creces esa cifra pues al término de sugestión el muro superaba los mil kilómetros. Obama no amplió ese muro, pero elevó de 21 mil a 42 mil el número de agentes fronterizos. Trump es un fascista ni duda cabe. Pero las semejanzas entre demócratas y republicanos nos muestran que la contención de la migración del sur es una política de estado.

En México, el establishment neoliberal ha puesto el grito en el cielo contra Trump. Se ha rasgado las vestiduras contra la vociferancia antimexicana de éste. Pero sobre todo le molesta el que Trump haya manifestado oposición al Tratado de Libre Comercio. En materia de migración, los gobiernos mexicanos en los últimos 15 años han convertido a la frontera con Guatemala y a todo el territorio nacional en la quinta frontera imperial. Han asumido como su propia política de estado, la política de estado estadounidense. Basta observar lo difícil que es hoy conseguir una visa mexicana en los países centroamericanos y la violencia que se ejerce sobre los indocumentados en su paso por  México, para ver que el muro en la frontera norte también existe en éste país. En estos días, la organización no gubernamental Sin Fronteras ha denunciado que entre 2000 y octubre de 2016, el gobierno mexicano capturó a 2.3 millones de migrantes, buena parte de ellos como se sabe,   de origen centroamericano. En Estados Unidos de América y en México, el establishment neoliberal tiene un doble discurso sobre los indocumentados. Deplora el racismo de Trump pero aplica férreamente la contención de migrantes.  Finalmente de lo que se trata es de precarizarlos  y abaratar sus salarios aún más.

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