sábado, 6 de agosto de 2016

Argentina y nuestra América. Punto de inflexión.

Lo cierto es que  lo que se está jugando en este momento de inflexión,  no sólo en América Latina  sino en el mundo todo, son dos visiones  contrapuestas del destino de la humanidad.

Mariano Ciafardini / Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina

Si nos acordamos de los años 90 y de la forma en que se llega en Argentina  al 2001, no aparece como poca cosa, para la izquierda  verdadera y el campo popular,  haber recorrido estos últimos diez años en una reconstrucción y recuperación de espacio político, que contrasta con la prédica en el desierto  y las luchas de subsistencia durante el  neoliberalismo menemiano anterior.  Aun con las  limitaciones del proyecto kirchnerista  que, debe decirse,   no fueron tanto mayores que las que padecieron  y padecen el resto de los proyectos latinoamericanos que han sido parte de la misma onda popular de la década, solo una visión fuera de contexto  no advertiría que en términos reales hubo un avance cualitativo en el escenario político ideológico social y que la gestión kirchnerista tuvo que ver en ello.

Porqué entonces  la salida del gobierno del kirchnerismo,  previsible desde bastante tiempo antes de las elecciones,  en tanto que la selección de Daniel Scioli como candidato presidencial no implicaba para nadie, y en particular para Cristina, continuidad alguna del proyecto, sino, en todo caso, un aterrizaje suave en el llano, ha provocado esta discontinuidad tan abrupta en el clima de las fuerzas propias.

Es cierto que la desposesión de los resortes del ejecutivo constituye un cimbronazo político innegable. Pero la potencialidad de un movimiento  y de un liderazgo que, después de años de desideologización y mercantilización de la política, logró concitar nuevamente el entusiasmo genuino por cambios estructurales (se hayan hecho o no), particularmente en extensos sectores juveniles de todo el país, no puede,  o no debería poder, diluirse o congelarse así como así.

Por otro lado, aun aceptando sin beneficio de inventario todo el paquete del gobierno kirchnerista  incluyendo el pesado lastre de los  casos de corrupción,  el instrumento que se podría ( y debería) armar  a partir de su propio envión político es, hoy por hoy,  la única alternativa visible contra la despiadada avalancha neoconservadora (y neo represiva) que ya absorbió a casi todo el radicalismo, edulcoró a gran parte del PJ y juega a demócratas y republicanos  con  los neoperonistas “new age” que “están, pero no están “ con el macrismo.

Sin embargo ese nuevo  instrumento o planteo estratégico del movimiento popular, esperable, como continuidad en la lucha  del movimiento popular argentino, a partir de la salida del gobierno, no se ha estructurado  naturalmente, ni se observan, por el momento, puntas claras, visibles, de proceso de  composición o recomposición alguno. 

Porqué un movimiento popular con esa potencialidad y con un liderazgo sólido, y aceptado aun por los aliados más periféricos, no se ha continuado en forma casi automática a partir de un cambio de gobierno que era previsible totalmente ( insistimos  en que aún el triunfo de Scioli, que era la única mejor alternativa posible, implicaba la necesidad de la estructuración de esta estrategia de resistencia desde fuera del poder).

Más todavía, por qué no se ha dado, al menos hasta ahora,  esa continuidad en la discontinuidad de un movimiento popular que surgió con tanto dinamismo y sembró tantas expectativas y supo mantenerse aceptablemente cohesionado,  aun en el declive gubernamental. Sobre todo  cuando el acceso del macrismo al gobierno  no ha hecho más que ofrecer oportunidades de reacción social y ha mostrado  una cantidad de aborrecibles perfiles que no eran imaginados ni siquiera por lo que sabíamos que era la peor alternativa electoral.

La puerilidad de la campaña mediática, construida sobre los casos de corrupción de los allegados al gobierno kirchnerista, no es explicación suficiente para el inexplicable estado de defensiva, semiparálisis  y conventilleo interno del FPV, que no pasa por el momento de emitir algunos sonidos balbuceantes acerca de  que “ellos  también tienen casos de corrupción”, “los precios subieron una barbaridad” y “las inversiones  que prometieron  no vienen”. La tragedia en la que nos está sumiendo la desenfadadamente neoliberal gestión macrista, en el marco de un crisis global que se profundiza aceleradamente, exige otro tipo de respuestas,  sobre todo de un movimiento que se pretende (y está muy bien que así sea) no sólo popular, sino también revolucionario.

Solo el hecho de las violaciones a los derechos humanos,  con el caso de Milagro Sala como paradigmático, exigiría, para estar a la altura del pretendido calificativo, un estado de movilización y acción permanente y de gran confrontación con el gobierno y no  sólo  algunas  expresiones de repudio, solidaridades y vigilias sostenidas a pulmón por la militancia más comprometida.

Para continuar, con cierta aspiración de profundidad en el análisis político, esta propuesta reflexiva, creo que debemos  alzar la mirada comparativa con algunas situaciones, similares en la diversidad de los escenarios políticos de la región.

Inmediatamente viene al pensamiento la situación brasileña, de los queridos compañeros del PT el PC do B  y las demás fuerzas políticas que abonan el proyecto encabezado por “Lula” y Dilma. Es inimaginable unas circunstancias políticas más grotescas: en Brasil se ha dado un golpe de estado utilizando ilegalmente recursos constitucionales y lo ha hecho un grupo político que en simultáneo ha confesado su accionar mafioso y corrupto y su vinculación directa con los grandes intereses económicos externos. El grado de resistencia esperable de un movimiento que ha demostrado tener aun  gran poder de convocatoria debería ser  el de una cuasi desobediencia civil con  huelgas generales incluidas  al menos por parte de las importantes centrales obreras que conducen los partidos del proyecto ) Y esto por decir algo sin forzar demasiado la imaginación.

Pero es que el propio discurso limitado a lo políticamente y jurídicamente correcto y en el mejor de los casos a los logros ya remotos de los inicios del proceso político “lulista”,  de los máximos dirigentes  del movimiento, pone el marco al sentido y la forma del despliegue de fuerzas. Cualquiera  que tenga un poco de experiencia histórica en el combate político desde la izquierda sabe, y tiene que sentir, que ello tampoco está a la altura de las circunstancias ni es suficiente frente a las gravísimas amenazas que acechan  al futuro de Brasil, y de toda la región, si no se para y se revierte la deriva política en que se encuentra.

Sería imposible hacer aquí  un análisis más extenso y pormenorizado  de estas experiencias y agregar además (como se debería) el análisis dela situación de aquellos procesos populares latinoamericanos  que han conformado con el argentino  y el brasileño el gran torrente de cambio esperanzador desde el año 1999 en nuestra región. Pero sí se puede llamar la atención sobre un clima de desorientación  y desconexión que campea dentro de ese  continente de fuerzas  y movimientos populares y de izquierda que supo dar el no al ALCA,  en Mar del Plata,  y construir la Unasur, el Alba y la Celac.

La nueva pregunta que se suscita ahora, entonces, en otro plano, es: qué pasa  con todo el espíritu de este movimiento popular y antiimperialista indudablemente de izquierda, en tanto  hasta la propia revolución cubana se sumó a sus tendencias integradoras.

La contraofensiva política proveniente de los intereses financieros neoliberales, mediatizada principalmente por las estrategias del departamento de estado norteamericano, es contundentemente real,  pero en verdad, no hace más que desplegarse visiblemente entre los intersticios y las grietas  que empezó a presentar  el propio movimiento regional popular, desde sus propias gestiones gubernamentales.

Los medios masivos monopólicos y las estructuras judiciales  reaccionarias estuvieron siempre y no es que el avance popular inmenso de esta década se haya dado porque se descuidaron o se fueron de vacaciones. La “distracciones geopolíticas” no existen más que en una visión ingenua de las relaciones internacionales. Como en cualquier carrera de alta competitividad,  en la política internacional los espacios que se abren, se llenan inmediatamente y siempre hay alguna expresión del poder que está pujando por ocuparlos (o generarlos). Si el movimiento nuestroameircanista se dio y logró lo que logró fue por su propia fuerza interna, en las condiciones en que se generó y se desarrolló, a pesar de  y luchando eficazmente en contra de todas esas fuerzas reaccionarias  que ahora conforman la “contraofensiva”.

La explicación acerca de los espacios vacíos que se están generando en el nuevo momento y que son aprovechados para el desarrollo de esa “contraofensiva” habrá que buscarla entonces en el cambio de esas condiciones y en la falta de adecuación de esas fuerzas internas al nuevo momento.

Y acá es donde aparece el meollo de la cuestión política actual, íntimamente ligada al proceso económico mundial, en tanto que uno de los rasgos distintivos de lo político en tiempos de globalización es que  lo político se da ya, ahora, siempre en un mismo tiempo  y espacio reales que lo económico y que los escenarios locales están imbricados  temporal y espacialmente con los globales.

A partir de aproximadamente el 2012, la caída de los precios de los “comodities” como producto de la inminente recesión global empezó a generar  problemas serios en todas las administraciones de los gobiernos populares que constituían la red progresista de América Latina y el Caribe y esto debilitó sustancialmente  las posibilidades de sostener el distribuicionismo neo keynesiano sobre el que se sustentaron los distintos proyectos. Esto es una verdad simple contundente y más que evidente. Lo trágico sería  no verla o enredarse en detalles, sutilezas o variables secundarias,  obviamente diferentes en cada caso nacional particular, y darles una dimensión que no tienen. Eso sí sería el árbol que no deja ver el bosque.

Ver el bosque consiste en ver   que esos recursos ya no existen,  ni volverán a existir y la no existencia de esos recursos impone un cambio cualitativo en la propuesta política actual de los movimientos populares y de izquierda de la región. Es por lo tanto  la falta de ese viraje cualitativo en la propuesta política y económica  lo que está debilitando a estos movimientos  y haciendo cada vez más grandes las grietas por las que se filtra la contraofensiva derechista. Esa   actualización dialéctica de la propuesta  que debe  mostrar una continuidad pero no ser la misma que la que orientó estos movimientos hasta ahora, es lo que está faltando y comienza a distanciar a los liderazgos del pulso de los pueblos. Este es el punto de desorientación en las organizaciones y en las conducciones.

Desde una perspectiva  no paternalista  se advierte  con claridad que “las masas” no se equivocan estratégicamente. Y si no reaccionan ante una determinada propuesta  lo más posible es que lo que está equivocada  o perdió vigencia o actualidad es la propuesta y no las masas.

Este es el punto de inflexión en que nos encontramos. No se puede seguir pensando,  como parece que se está pensando  en muchos de los círculos de conducción de estos movimientos populares,  que lo que se está atravesando es una coyuntura pasajera de crisis económica y que,  si logramos mantenernos (los que aún están) en el gobierno o esperar un poco, tácticamente, los que ya no están  en el gobierno , cuando vuelva otro gran impulso económico del capitalismo mundial  y las clases medias de los países “desarrollados” vuelvan a hiperconsumir  fastuosamente y, por lo tanto, China e India vuelvan a producir a “tasas  chinas” para atender esa  lujuriosa demanda  y, por tanto, nuevamente, los precios de las materias primas vuelvan a dejar la renta  que dejaban en la década del 2000, volveremos  a poder seguir  la distribución y el derrame y quizás...

Eso no va a pasar. Lo que hay por delante es una larga crisis  muy probablemente terminal del sistema mismo. El inconsciente colectivo lo sospecha  lo intuye  y puede reaccionar buscando salidas individuales o colectivas  pero lo que no va a seducirlo en modo alguno es una propuesta basada en  la insinuación de que esos tiempos van a volver o de que todos los ajustes económicos  que se están sufriendo son exclusivamente producto de la maldad de los gobiernos de derecha  en los casos en que estos han logrado desplazar electoralmente o por  golpes blandos a los movimientos populares, y que el simple regreso de estos movimientos al poder va a traer la bonanza  o continuar con lo que se daba.

Y si Macri fracasara escandalosamente (como parece que lo está haciendo) en Argentina y hasta se diera la circunstancia de que tuviera que abandonar el gobierno anticipadamente o someterse a una abrumadora mayoría opositora en las cámaras, ¿cuál es el plan? Acaso volver con la misma propuesta económico-política que hasta el 31 de diciembre. Acaso alguien sincero y bien intencionado cree que ello sería viable y sustentable.

Y si Dilma no es desplazada por el “impeachment” y vuelve al gobierno  y recompone su gabinete, ¿cómo sigue la historia en Brasil? ¿Empezaría a crecer la economía brasileña y a revertirse la crisis volviendo a las políticas del momento anterior al  golpe destituyente?

Aun en el caso de aquellos movimientos populares que están en el gobierno en particular el del  compañero Maduro en Venezuela. Si superara la crisis actual y en las próximas elecciones recuperara los espacios perdidos ¿sería acertado seguir adelante exactamente con el mismo esquema político-económico que hasta el presente?

La izquierda y el movimiento popular (en el gobierno o no)  necesitan hablar claramente, ya, con los pueblos acerca de la gravedad de la crisis mundial y de la necesidad de empezar a tomar medidas de emergencia,  urgentes, que permitan afrontar racionalmente la situación y evitar catástrofes que inicialmente serán sectoriales y finalmente arrastrarán a toda la sociedad.

Lo cierto es que  lo que se est n jugando en este momento de inflexión,  no sólo en América Latina  sino en el mundo todo, son dos visiones  contrapuestas del destino de la humanidad. Una  que piensa en una larga vida todavía del capitalismo,  que estaría pasando por una de sus tantas crisis cíclicas, pero de la que se ha de recomponer  nuevamente. Esto lo comparten incluso  muchas visiones  populares o de izquierda que asumen  con resignación  la supuesta “longue durée”  y consideran que  de lo que se trata es de seguir resistiendo en el mismo esquema neo-desarrollista  que hasta ahora  frente al neoliberalismo y al neo conservadurismo. La otra visión, a mi entender la acertada y consecuente con una interpretación ajustada al materialismo histórico, es la de que la crisis actual del capitalismo financiero no es una más, sino la última, por ser precisamente el capitalismo financiero la última etapa del capitalismo. Que de esta recesión mundial creciente no se sale ya sino en una compleja transición a una multipolaridad efectiva, con planificación global ampliamente reguladora de la economía, distribución equitativa real y profunda democracia política global y local. Claro que, como decimos, todo ello en un proceso altamente complejo que probablemente exija recomposiciones geopolíticas forzadas, rearticulación del poder mundial en bloques continentales y economías de emergencia, con distribuciones y ajustes urgentes, pero para todos los sectores sociales, y no solo para algunos como ha sido históricamente en el capitalismo.

Es evidente que los únicos que pueden ofrecer opciones viables de menores costos colaterales y que preserven el “afectio societatis” y permitan a partir de un replanteo estructural iniciar un nuevo camino de vida superador, son los partidos y movimientos populares y de izquierda. Con un agregado,  la magnitud de la crisis va a exigir  una mucho más profunda cooperación, coordinación  e integración regional, en tanto cada bloque mundial ha de tratar de protegerse  y salvaguardase con sus recursos a la mano, cooperando  con otros en algunos casos, y defendiéndose  del asalto y la depredación desesperada de otros, en otros casos. En nuestra América se impone una cumbre urgente de las conducciones de los movimientos populares para lanzar la contra contra-ofensiva articulada, integradora  y verdaderamente transformadora. Solo ello proporcionaría la densidad político ideológica que necesitan las luchas en cada país. Habrá que ver si se está a la altura de las circunstancias.

El no haberse asumido plenamente hasta ahora  esta cuestión de base es lo que explica la falta de reflejos que viene exhibiendo,  en  general, el movimiento nuestroamericanista. Especialmente desde la  derrota del chavismo en las elecciones  de medio término del 2015, el triunfo de Macri en la elecciones argentinas de fines de ese mismo año  y la suspensión  de Dilma a comienzos del actual 2016.

La tremenda diferencia que marcaron estos procesos populares nuestroamericanos con el pasado inmediato anterior (y con lo que hubieran hechos gobiernos continuistas de derecha en su lugar) fue el aprovechar el “viento de cola” del auge primarista en dos sentidos imprescindibles en aquel momento, dado la situación en que nos encontrábamos: 1) La urgencia humanitaria  de atender distributivamente en forma inmediata y como fuera a la inanición  y la brutal exclusión  de sectores enteros de la población , especialmente niños y jóvenes, con lo que automáticamente en la faz económica se dinamizó  el mercado interno mejorando la situación de amplios sectores medios y se aumentó el nivel de empleo ; 2) el articular todo ello con un regreso a la política de masas, con inclusión de las nuevas generaciones de jóvenes a la política popular, incentivándose el patriotismo y la valorización efectiva de los derechos humanos y civiles en toda su dimensión y no como privilegio  de una ciudadanía reducía o como formas abstractas de democracia liberal (si se pudo haber hecho más es una reflexión contrafáctica  que deberá hacerse oportunamente pero que sería un error poner en el centro en este momento crítico).

Este es el capital social  y político en el que reside la legitimación, el prestigio y la potencialidad  de estos movimientos populares.

Pero ese poder de convocatoria popular, ese liderazgo  está inevitablemente sujeto a la máxima que rige todo poder político: el poder si no se ejerce se diluye.

Hoy no se justifican ni siquiera argumentos presuntamente tácticos. El “tiempismo”, tanto en fútbol como en política, siempre termina con una goleada en contra.

Centro de Formación y Estudios Marxistas Agosti (CEFMA)

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