sábado, 12 de marzo de 2016

Argentina: Los furcios y el doble mensaje de Macri

Hay otro hecho que empieza a preocupar a la sociedad argentina que aun no cicatriza sus heridas: frente al eufemismo de “cerrar la grieta”, como denomina el oficialismo al enfrentamiento mediático con la oposición, ha comenzado una agresión armada a los militantes K en donde la policía mira hacia los costados.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

En los noventa cometimos el tremendo error de prendernos a los furcios del entonces Menem y quedarnos en la mofa caricaturesca mientras el neoliberalismo desguazaba el Estado y millones de argentinos se sumían en la pobreza. Eran  tiempos de Color de Melo en Brasil, de Fujimori en Perú, de las relaciones carnales con los EEUU. Fue un error garrafal quedarse en la crítica epidérmica y no advertir los alcances de aquellas políticas surgidas del Consenso de Washington que arrastrarían lentamente a la Argentina a la crisis desintegradora de diciembre del 2001. Esos años fatídicos serían recordados por el periodismo crítico como los de “la pizza con champán” en alusión a las preferencias cortesanas.

Actualmente transitamos un retorno a las mismas políticas destructivas de la mano del presidente Macri, cuyos gestos desconcertantes como leer dos veces la misma página en el discurso de apertura de las sesiones del Congreso de la Nación nos hacen dudar de su idoneidad para ejercer el cargo y sus exhortaciones a la armonía y reencuentro de los argentinos no se condicen con la destrucción del aparato productivo y la expulsión de trabajadores, la represión a las manifestaciones obreras, la apertura irrestricta de la economía, la liberación del cepo cambiario con la consecuente pérdida de poder adquisitivo de los salarios y el acuerdo con los fondos buitres, antes cuestionados internacionalmente.

Sus palabras van por un camino y sus medidas por otro. Lo que hasta hace menos de tres meses era motivo de orgullo: tener los salarios industriales más altos de América latina, hoy son justamente lo contrario, un obstáculo para atraer a inversores externos frente a un mercado de mano de obra pauperizado en todo el continente. Todo está patas para arriba, si antes era importante mantener salarios elevados para incrementar el consumo en un mercado interno creciente, ahora es justamente lo opuesto, hay que generar mayores exportaciones, eliminar las retenciones a las importaciones destruyendo miles de empleos de pequeñas y medianas empresas que estos últimos años conformaron un entramado productivo diversificado y novedoso y se cree necesario volver a inundar el país con mercancías importadas baratas. La redistribución de la riqueza cambió drásticamente de sentido, de pobres a ricos, porque los asalariados con una inflación no medida por el INDEC mientras se reestructura, ha dado piedra libre a las empresas formadoras de precios que saltan de alegría ante el repliegue de las leyes de regulación.

El fundamento de lo realizado es la instalación de una crisis sin precedentes dejada por el gobierno anterior que los medios cómplices se esmeran en divulgar para justificar los ajustes y la represión a las manifestaciones sindicales por disruptoras del orden. Pero la cosa no para allí, es mucho más grave y comparable con los peores momentos de la historia reciente: hay un retorno a las prédicas pro dictadura y expresiones en contra de las desapariciones y atrocidades realizadas por el extinto dictador Videla, incluso ha habido expresiones de funcionarios dudando de las cifras de los desaparecidos aceptadas por las organizaciones reconocidas de derechos humanos, como Madres y Abuelas. Esto nos pone ante la duda de lo que podría ocurrir el próximo 24 de marzo cuando se cumplan 40 años del golpe militar. Así como saldrá el pueblo a recordar la fecha para que “Nunca más” ello suceda, es probable que salgan las bestias agazapadas de sus guaridas en busca nuevamente de sangre inocente.

De allí que hay otro hecho que empieza a preocupar a la sociedad argentina que aun no cicatriza sus heridas: frente al eufemismo de “cerrar la grieta”, como denomina el oficialismo al enfrentamiento mediático con la oposición, ha comenzado una agresión armada a los militantes K en donde la policía mira hacia los costados. Ha habido balaceras y heridos en actos el pasado fin de semana en Mar del Plata y el saqueo de la casa del Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel en la misma localidad bonaerense.

Además no deja de ser sospechoso ver a gente fotografiando a las manifestaciones obreras, en clara identificación de los participantes, cuando todo esto era parte de los operativos de persecución realizada por los servicios de inteligencia durante el terrorismo de Estado. Estos oscuros sectores de la derecha actúan con impunidad y revanchismo, como si todos estos años de retorno a la democracia y consolidación de las políticas de derechos humanos hubieran perdido privilegios legítimos de casta como los que disfrutaban durante el denominado orden conservador.

En épocas turbulentas como las que vivimos que hacen posible la prédica de un Donald Trump como candidato a presidente del país más poderoso de la tierra, amigo declarado de nuestro presidente, no resulta ocioso que la única voz que se alce a favor de los oprimidos del planeta sea la del papa Francisco, quien en la última visita del mandatario argentino a la Santa Sede, solo le haya concedido una audiencia de 22 minutos y una cara de pocos amigos que fue comentada por todos los medios mundiales.  

Lamentablemente, oscuros nubarrones comienzan a ocultar el sol a millones de sudamericanos como viene sucediendo en Venezuela, Brasil, Bolivia y ahora la Argentina, como si su destino fuera vivir en tinieblas aguardando que se produzcan nuevos procesos liberadores, hecho que recuerda persistentemente nuestra realidad semi colonial.

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