sábado, 3 de octubre de 2015

70 Asamblea General de la ONU: testigo de un tiempo nuevo

La de América Latina es una voz que resalta en el concierto mundial de las naciones. Es una voz que habla un nuevo lenguaje y se respalda con acciones inéditas que están permitiendo verle un nuevo rostro a la región.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

Asamblea General de la ONU.
Durante la semana que termina, en Nueva York se ha realizado la 70 Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, y a ella han acudido jefes de Estado de la mayoría de los países del mundo. Cada uno de ellos ha expuesto ante el mundo lo que para su respectiva nación constituyen los puntos que le afligen o le alegran, o sus reclamos y logros.

Un vistazo rápido, a vuelo de pájaro, nos muestra un mundo convulsionado como nunca, en el que tal vez, como parece proponer el Papa Francisco, ya se está librando la Tercera Guerra Mundial o sus prolegómenos, y cuyos efectos más dramáticos recaen, como siempre, en cientos de miles de personas que, sin ser combatientes, mueren, son heridas, deben abandonar sus hogares y, en general, sufren los efectos devastadores de enfrentamientos.

No es ninguna novedad que el Medio Oriente siga siendo un polvorín, alimentado por las pugnas entre las diferentes potencias y sus acólitos locales, girando siempre en torno de las tan apetecidas fuentes del petróleo. Siria es hoy la víctima principal de tales enfrentamientos; descuartizada, es la última trinchera que resiste los embates de los movimientos aupados por los Estados Unidos y la OTAN, que ya derribaron gobiernos en otros países de la costa mediterránea africana con el pretexto de abrir caminos a la democracia, y que solo han logrado crear un caos generalizado cuyas consecuencias ya está pagando la misma Europa.

Esas mismas tensiones se expresan en el Mar de la China, en el sudeste asiático, en donde el gigante chino puja por asegurar su entorno estratégico, y choca nuevamente con la omnipresencia mundial de los Estados Unidos y sus aliados locales, en primer lugar Japón y Corea del Sur.

En este contexto de tiras y aflojes, América Latina sobresale esta vez por otras razones, que no son las bélicas sino todo lo contrario, que muestran signos de acercamiento entre los pueblos, de solución pacífica de los conflictos y preocupación por encontrar los cauces que permitan mejorar la calidad de vida de sus pueblos.

La presencia del Papa Francisco ha jugado el papel de catalizador de estas circunstancias, dejando claro que él mismo es un representante de esa una nueva era que habla con un nuevo lenguaje, se identifica con grupos sociales secularmente marginados y hace propuestas atrevidas.

Lo mismo se puede decir de los discursos que pronunciaron otros líderes latinoamericanos, como Rafael Correa, Evo Morales, Cristina Fernández, Dilma Rousseff o Raúl Castro, protagonistas todos ellos de los procesos que en nuestro continente buscan formas de salir del atolladero en el que nos sumió el neoliberalismo.   

Dos procesos acapararon, sin embargo la atención, porque ambos apuntan a la resolución de situaciones conflictivas de larga data, que han constituido contante preocupación para toda América Latina: las relaciones bilaterales entre Cuba y los Estados Unidos, y las conversaciones para la paz en Colombia, que parecen aproximarse a buen puerto.

Las primeras, han puesto las primeras piedras, aunque falta aún mucho por avanzar, como bien ha remarcado, una vez más, el presidente Raúl Castro: sin un cese del bloqueo, ninguna relación entre los dos países avanzara normalmente. Y las segundas han hecho públicos sus casi definitivos avances hace unos pocos días, augurando una pronta conclusión del conflicto armado interno más prolongado de todos los tiempos en América Latina.

Siendo estos dos procesos claros protagonistas de nuestros tiempos latinoamericanos, no debe dejar de mencionarse la claridad y pertinencia con la que otros mandatarios y mandatarias, principalmente de lo que podemos denominar como gobiernos nacional-progresistas, han planteado la necesidad de estructurar nuevas formas de relacionamiento entre los pueblos, de tomar medidas rápidas y pertinentes para mejor el nivel y la calidad de vida de los pueblos y de atajar el creciente deterioro ambiental que compromete el futuro de todo el planeta.

La de América Latina es una voz que resalta en el concierto mundial de las naciones. Es una voz que habla un nuevo lenguaje y se respalda con acciones inéditas que están permitiendo verle un nuevo rostro a la región.

Debemos sentirnos orgullosos de ello.

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