sábado, 23 de agosto de 2014

En el centenario del Canal de Panamá: Centroamérica con dos canales

En esta semana que concluye se conmemoró el centenario de la inauguración del Canal de Panamá. Los faustos de los grupos dominantes panameños fueron mayúsculos y elitescos, totalmente separados y alejados del pueblo, el que luchó durante todo el siglo XX porque el Canal se trasladara a manos panameñas y la nación pudiera dejar de ser un apéndice de los Estados Unidos de América y sus intereses geopolíticos.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

El Canal de Panamá es una de las principales rutas marítimas del comercio mundial.
En Centroamérica, esta conmemoración nos encuentra con la noticia de la construcción de otro canal, el de Nicaragua, el que siempre ha sido hasta ahora el canal “virtual”, es decir, el que podría ser, o el que pudo ser y no fue.

Ambos canales forman parte de la historia de la región. La consideración de Panamá como paso entre los dos grandes océanos terrestres, el Atlántico y el Pacífico, data del período colonial, cuando Centroamérica pasó de considerarse puente de unión entre el sur y el norte de la masa continental, a istmo, es decir, porción de tierra que separa y aleja los dos océanos.

Iguales son los motivos por los que el territorio nicaragüense fue considerado para construir el paso de unión. Baptista Antonelli, enviado por el rey de España en el período colonial, llegó incluso a demarcar el trazado de un futuro canal, y la temprana presencia norteamericana en su territorio estuvo siempre asociada a él.

Dados los faustos desmemoriados que rodearon la conmemoración oficial en Panamá, no está de más traer aquí a colación la gesta estudiantil de 1964 y la lucha del general Omar Torrijos, solo dos referencias entre muchas otras, de la importancia que jugó el Canal en el perfilamiento de la nación panameña.

La falta de mención de toda esta trayectoria en el marco del megaproyecto que se lleva a cabo hoy en ese canal no es casual. Al igual que todo el país, ha caído en manos de una élite financieramente voraz que se ha enriquecido hasta límites inimaginables, menos aún en paisitos pequeños y pobres como los centroamericanos.

Las voces celebratorias de la derecha centroamericana ha aprovechado la efeméride para poner de relieve el “éxito” panameño, el “vertiginoso desarrollo” que está teniendo lugar en ese país y para proponerlo como modelo a seguir.

Por otra parte, no han dejado pasar la ocasión para echar tierra y lodo sobre las intenciones nicaragüenses de construir su propio canal. En primer lugar, lo tachan de irrealizable, de locura megalómana, de cuento de Las mil y una noches; luego, de turbio negocio familiar de los Ortega, de ambientalmente agresivo y otros argumentos que jamás se han escuchado por estos lares respecto al Canal de Panamá.

Se trata, en última instancia, de una rebatiña ideológica. Como bien se sabe, Panamá y Nicaragua se encuentran en las antípodas políticas en América Latina. Panamá como portaestandarte de la derecha más recalcitrante, mientras Nicaragua se inscribe en el esfuerzo por buscar alternativas de desarrollo propias para nuestros países.

No sabemos en qué quedará el proyecto del canal nicaragüense, si lograrán, por fin, construir la obra que han tenido en mente durante tantos y tantos años, pero deseamos fervientemente que realmente puedan llevarla a cabo y que se transforme en un proyecto que dé trabajo a su gente, que lleve prosperidad a un pueblo que ha luchado durante tantos años por salir adelante pero que se sigue encontrando entre los que muestran los más bajos índices de desarrollo de América Latina. Ojalá hicieran un canal que les permitiera construir su independencia económica, y los colocara en un sitial alejado de la órbita de los intereses norteamericanos que tanto daño le han hecho a través de toda su historia.

Y a los panameños les deseamos que más temprano que tarde retomen el control de su nación y de su canal, secuestrados ambos por comerciantes y mercachifles muchas veces asociados al hampa internacional, al crimen organizado que campea en la región de la mano del tráfico de las drogas, las armas y los seres humanos.

Son dos proyectos de las máximas dimensiones que podrían poner a Centroamérica en un lugar privilegiado en el mundo, como el que le auguraba Bolívar, y que hasta ahora no ha sido sino eso, augurio.

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