sábado, 15 de febrero de 2014

¡Que se joda la Unión Europea!

Estados Unidos y Europa hicieron caso omiso de las advertencias rusas y alentaron a los manifestantes ucranianos de igual manera que en 2004, cuando impulsaron la Revolución Naranja. Aunque en esa ocasión lograron la anulación de las elecciones que tuvieron que realizarse nuevamente, la situación hoy es distinta. Las diferencias entre Europa y Estados Unidos dan cuenta de esta situación.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

Después que sus principales líderes fueran sujeto de espionaje por parte de las agencias de seguridad de Estados Unidos, que la subsecretaria de Estado para asuntos europeos de ese país, Victoria Nuland haya prorrumpido en el “piropo” que titula este artículo, al referirse a sus aliados europeos, da cuenta de la muy poca estima que tiene la potencia norteamericana por sus amigos, poniendo en evidencia además, la dignidad en decadencia de sus líderes. Salvo una tibia reclamación de la canciller alemana Ángela Merkel, no se escucharon voces que salvaguardaran algo del decoro que en otros tiempos caracterizara al viejo continente. La política es así. Con cientos de satélites espiando sus comunicaciones, los dirigentes europeos pensaron que era mejor tragarse el insulto antes de despertar la ira de su aliado mayor. Esta vez la causa  del exabrupto fue Ucrania.

La vida política de Ucrania ha estado marcada a través de la historia por su ubicación a medio camino entre Rusia y Europa. De ahí su nombre que significa “País de la Frontera”. Los ucranianos desarrollaron una larga lucha por su unidad y su independencia, lograda apenas en el siglo XX. La  relación con Rusia es parte inseparable de su historia desde mucho antes de la existencia de la Unión Soviética.

Ucrania fue  el espacio donde se desarrollaron algunos de los combates más cruentos de la Segunda Guerra Mundial o Gran Guerra Patria como la han denominado los pueblos que pertenecieron a la URSS. Su territorio fue escenario de la lucha de grandes destacamentos guerrilleros que operaban en la retaguardia de las fuerzas de ocupación nazis. Estas unidades actuaban de manera primordial contra los trenes y otros convoyes de medios de transporte que necesariamente debían pasar por su territorio para apoyar a las fuerzas que pugnaban por ocupar la Unión Soviética.

Se calcula que más de 6 millones de ucranianos fueron asesinados por las tropas nazis y alrededor de un millón y medio de soldados provenientes de este país entregaron su vida formando parte de las Fuerzas Armadas Soviéticas. 700 ciudades y más de 25 mil pequeños pueblos fueron destruidos por la barbarie fascista.

El gobierno soviético se volcó a la reconstrucción de Ucrania en el período posterior a la guerra. Eso permitió que el país desarrollara un gran potencial industrial, de los más importantes del campo socialista y de toda Europa.

Ucrania heredó parte significativa de la industria de armamento y de las Fuerzas Armadas de la Unión Soviética. Su ubicación geográfica y su soberanía sobre Crimea desde 1954, le permiten tener algunos de los puertos más importantes en el mar Negro. En Sebastopol se encuentra –después de un acuerdo bilateral- la gigantesca Flota Rusa del Mar Negro que opera en el flanco sur del territorio ruso y en el Mar Mediterráneo, lo que le da importancia estratégica.

Ucrania es un país de gran desarrollo industrial. Una vez superada la aparatosa caída de su economía, signada por el incremento de la pobreza, altísimos niveles de inflación y una ola de privatizaciones durante la transición del socialismo al capitalismo tras la desaparición de la Unión Soviética, el país se ha ido reponiendo durante este siglo.

Su economía está considerada entre las 40 más importantes del mundo por su PIB, aunque el PIB per cápita la ubica en lugares cercanos al 80 en el mundo. Su riqueza se basa en el desarrollo industrial, la alta tecnología, la producción de vehículos de múltiples usos, particularmente camiones, así como aviones de todo tipo. Se destaca también en el desarrollo espacial y el turismo. Sin embargo, es un importador neto de petróleo y gas, en primer lugar desde Rusia y en segundo de los países que bordean el Mar Caspio. Casi la mitad de su energía es nuclear.

La victoria electoral de Viktor Yanukovich tuvo importantes implicaciones políticas para el país y para la región. Su acercamiento a Rusia, generó condiciones óptimas para una alineación de estos gobiernos con el de Belarús, impidiendo en los hechos los planes de la OTAN para extenderse hacia el este. Esto cambió la correlación de fuerzas en la geopolítica de Europa Central y de todo el continente. La posibilidad de reactivar una alianza similar a la Comunidad de Estados Independientes (CEI) que se creó al desaparecer la Unión Soviética, hizo que el eje que tiene centro en Moscú se pudiera articular nuevamente desde Europa oriental hasta las profundidades de Asia. Las buenas relaciones actuales de Rusia con China crearon -en los hechos- un polo de poder que mermará el posicionamiento de la OTAN y Estados Unidos en esta parte del planeta. La importancia de Ucrania en esta lógica es trascendental por su ubicación geográfica como puerta de entrada y salida de Europa y por su privilegiado litoral sobre el Mar Negro.

La Unión Europea y Estados Unidos han puesto en funcionamiento a tope su diplomacia tratando de buscar una salida favorable a sus intereses y ajenos a los de Rusia. Sus negociadores han actuado coordinadamente durante todo el invierno hablando con uno y otro actor del conflicto. Sin embargo, lo han tenido que hacer con suma prudencia a fin de no exaltar los ánimos de Yanukovich, llevándolo a caer mansamente en los brazos de Moscú.

El malestar de la subsecretaria Nuland surgió por la diferencia  de visión entre su país y Europa en torno a la salida de la crisis. Mientras Estados Unidos apuesta por Arseni Yatseniuk,  abogado y ex ministro de economía de la República Autónoma de Crimea en el sur de Ucrania, los europeos lo hacen por el ex campeón mundial de boxeo y actual parlamentario  Vitali Klichkó, para controlar un potencial gobierno post Yanukovich. Los intentos de encontrar una opinión de consenso han fallado una y otra vez. La impotencia de Nuland por la incapacidad para imponer la alternativa  estadounidense a Europa causó su destemplanza cuando hablaba por teléfono con su embajador ante Ucrania.

La imposibilidad de Occidente para alcanzar una solución del conflicto parte de su errada idea de buscar la misma entre las instancias políticas que hacen vida en el parlamento. Los manifestantes opositores que se encuentran instalados en la plaza Maidán en Kiev, responden a criterios diferentes y a reivindicaciones muy distintas de las que sustentan los políticos.

En una situación que guarda cierta similitud con el manejo de la crisis siria, Occidente apostó por los manifestantes opositores suponiendo que serían dóciles vasallos que podrían controlar para hacer caer a Yanukovich. Al igual que en Siria, cuando el conflicto se le escapó de las manos, buscaron a ciertos sectores proclives a sus intereses a fin de hallar una salida atinada al problema. Al igual que en Siria, tendrán que acudir a Rusia para que los salve. Al igual que en Siria, Rusia acudirá gustosamente.

Desde el primero momento. Moscú ha informado a Occidente que los manifestantes de  la Plaza Maidán provienen de agrupaciones extremistas y xenófobas, vinculadas a organizaciones fascistas y, han alertado en torno a la orientación anti rusa de los líderes de las protestas.

Estados Unidos y Europa hicieron caso omiso de las advertencias rusas y alentaron a los manifestantes de igual manera que en 2004, cuando impulsaron la Revolución Naranja. Aunque en esa ocasión lograron la anulación de las elecciones que tuvieron que realizarse nuevamente, la situación hoy es distinta. Las diferencias entre Europa y Estados Unidos dan cuenta de esta situación.

Tal vez ahora, Rusia coincida con Nuland y parafraseándola, puedan afirmar lo mismo que ella, aunque probablemente agreguen a Estados Unidos en su imprecación.


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