sábado, 6 de abril de 2013

Panamá: Colonialidad e identidad nacional

En la actualidad, al considerar cuál es el aporte real del Canal de Panamá a los panameños, veo que es más fácil identificar lo que la vía interoceánica aporta a la economía nacional y mundial. Por contraste, no resulta sencillo vincular ese aporte al ciudadano panameño. Por lo mismo, cabe preguntarse ¿Cómo se puede capitalizar después de quinientos años los recursos que brinda el Canal de Panamá?

Abdiel Rodríguez / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

Vista del Canal de Panamá.
Es imperativo hacer una aproximación crítica sobre el papel (ruta de transito maritmo mundial) de la angosta franja del Istmo (Panamá) desde la colonia en la formación del sistema-mundo capitalista a partir del descubrimiento de América donde se abre pasos al comercio mundial. Así, podemos decir que con la puesta en práctica de la ruta por el Istmo de Panamá, descubierta (para los cristianos y europeos) por Balboa el domingo 25 de septiembre de 1513 se inicia el proyecto de la modernidad, cuyo desarrollo debe ser entendido en ondas complejas de larga duración.

En la actualidad, al considerar cuál es el aporte real del Canal de Panamá a los panameños, veo que es más fácil identificar lo que la vía interoceánica aporta a la economía nacional y mundial. Por contraste, no resulta sencillo vincular ese aporte al ciudadano panameño. Por lo mismo, cabe preguntarse ¿Cómo se puede capitalizar después de quinientos años los recursos que brinda el Canal de Panamá? Si lo comparamos con la colonia, todos los beneficios del descubrimiento y sus expediciones eran para la corona española. ¿Ha cambiado algo? ¿Quién se beneficia ahora?

De esta madeja de contradicciones, emerge además la necesidad de preguntarnos quién es el panameño y cuál es la unidad de lo panameño como raíz de una identidad colectiva. Al respecto, por ejemplo, es necesario encontrar una respuesta que integre los diversos aportes de otras culturas a la cultura nacional, desde las comunidades española y china, hasta las de otros grupos europeos, asiáticos y americanos que también han venido a converger en el Istmo (crisol de razas y puente del mundo). A primera vista, esto estaría en contradicción con la unidad en la identidad, ante la presencia de tantos elementos exógenos que determinan, dificultan y transforman la identidad. Así, aun cuando una máxima dialéctica señala que hay diversidad en la unidad, seguimos tejiendo en esa urdimbre.

Cuando hablamos de unidad -y más desde la colonia- cabe aclarar que en el punto de origen se encuentra en la unidad territorial originaria, organizada -como diría Engels– a partir de “uniones gentilicias”, divididas en aldeas y hogares familiares, unidas por lazos de parentesco que se verían alterados por la llegada del español (del dominador). Así, cuando el español llega al Istmo, procura alcanzar acuerdos que le garanticen acceso a espacios geográficos, para traicionarlos después. Al respecto, como señaló Raúl Leis, “la identidad está ligada a la capacidad de decisión sobre la sociedad, los recursos humanos y materiales, sobre lo que hemos sido, somos y queremos ser”.

Tal fue lo que en efecto ocurrió, en un proceso enriquecido por algunos caciques que tomaron la decisión de ser libres y luchar por su territorio, como Urraca y Cémaco, que resistieron a la ocupación española del Istmo. Desde entonces, los movimientos de liberaciones territoriales son pendulares en la construcción al menos ideal de la identidad nacional - colectiva.  Así, el hecho de no ver con claridad la unidad en la Identidad se agrava más por la ignorancia sobre las particularidades de nuestros propios procesos históricos. Conocerlos más y mejor ayudará a desandar caminos apasionados y errados que solemos frecuentar, y encontrar en cambio los que nos acerquen a culminar nuestro proceso de formación nacional.

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