sábado, 13 de octubre de 2012

De España, la crisis capitalista y el genio de Saramago

Hoy, cuando la derecha española oficia los rituales del neoliberalismo más ortodoxo y recalcitrante, es necesario volver a Saramago y a “La balsa de piedra” para nutrir desde el lenguaje literario, desde la aspiración poética, el compromiso ético y político al que siempre nos invitó el escritor portugués: el compromiso de pensar y construir un mundo enteramente distinto al que hasta ahora hemos conocido.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

"La balsa de piedra": una obra clave
en tiempos de crisis capitalista.
José Saramago, el Premio Nobel de Literatura portugués, fue el escritor de las grandes alegorías en el paso del siglo XX al XXI. Libros como Ensayo sobre la ceguera y Ensayo sobre la lucidez, por citar dos de sus más reconocidas obras, iluminan con su sentido crítico y su maestría narrativa las zonas oscuras de la condición humana y ponen en primer plano los grandes debates –recurrentemente postergados- sobre la democracia y sus límites en las sociedades occidentales.

En medio de los conflictivos escenarios de la crisis global del capitalismo, que se expresa de modo dramático en los países del sur de Europa, como España, Portugal y Grecia, uno de de los libros del portugués cobra inusitada vigencia, acaso por lo original y profético de su argumento. Nos referimos a La balsa de piedra, publicado en 1986.

En esta novela, Saramago parte de un hecho fantástico: la separación de la península ibérica del resto de Europa y su incierta navegación por el océano Atlántico, en medio de las disputas diplomáticas entre Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética. Y a partir del asombroso incidente, el escritor esgrime su tesis: el destino final de España y Portugal no estará en el Norte, como peones en el tablero geopolítico internacional, sino en el Sur: entre América y África, puente entre los continentes oprimidos del mundo moderno, desplazándose al encuentro y la reconciliación con pueblos cuyas culturas e historias sufrientes de ninguna manera le son ajenas.

“La península giraba majestuosamente en medio del océano Atlántico, y a medida que iba girando se iba haciendo cada vez menos reconocible a nuestros ojos”, narra uno de los personajes, como describiendo la deriva actual de ambos países, agitados por las fuerzas terribles de la tormenta capitalista. Y conforme se aproximan al Sur, a nuestra latitud de la resistencia y esperanza, de la utopía y las alternativas, el panorama se advierte distinto para los navegantes ibéricos: “Visto desde la península, el universo se iba transformando poco a poco. Todos los días el sol nacía en un punto diferente del horizonte, y la luna, y a las estrellas, había que buscarlas por el cielo, no bastaba ya su movimiento propio, de traslación en torno del centro del sistema de la Vía Láctea, ahora estaba también este otro movimiento que hacía del espacio un delirio de luceros inestables, como si el universo se estuviera reorganizando de punta a punta, tal vez por encontrar que el primer orden establecido no había dado resultado”.

¿Acaso no vemos también en nuestra época, de un extremo a otro de la geografía mundial, los signos que anuncian una reorganización del todo, de ese primer orden establecido del que hablara Saramago?  ¿No vemos en las protestas que sacuden a los países ricos e industrializados la inconformidad, la insatisfacción y hasta el hartazgo con un orden de cosas impuesto, sin reparo alguno, por la civilización capitalista, por la cultura del consumo y los hegemones que hacen y deshacen a voluntad desde el fin de la Guerra Fría?

Escrita antes del colapso soviético y la caída del muro de Berlín; antes de El fin de la historia y el último hombre, de Francis Fukuyama, y de la irrupción del pensamiento único neoliberal como nuevo autoritarismo planetario, La balsa de piedra conserva su vigor para interpelar al presente con la audacia de las ideas, los diálogos y la inteligente crítica que logró entretejer Saramago en cada uno de los pasajes de su novela. De manera especial, y con la refinada ironía que lo caracterizó toda su vida, el Nobel portugués también desnuda  la doble moral, la hipocresía y el juego de intereses que, tanto en la ficción como en la vida real, domina en las relaciones internacionales de los grandes poderes políticos y financieros: los mismos que tienen prácticamente de rodillas a España, Portugal y Grecia.

Así, cuando en la novela el presidente norteamericano recibe la confirmación oficial de la nueva ubicación austral de la península ibérica, decide enviar un contundente mensaje al mundo: Nunca los Estados Unidos harán dejación de sus responsabilidades para con la civilización, la libertad y la paz, pero los pueblos peninsulares no podían contar ahora, que penetraban en áreas conflictuales de influencia, con una ayuda igual a la que les esperaba cuando parecía que su futuro iba a ser indisociable del de la nación americana”.

Hoy, cuando la derecha española oficia los rituales del neoliberalismo más ortodoxo y recalcitrante para inmolarse en el altar del dios Mercado; cuando busca un futuro indisociable de los centros del poder financiero global, atrapada por el espejismo de la acumulación sin fin, es necesario volver a Saramago y a La balsa de piedra para nutrir desde el lenguaje literario, desde la aspiración poética, el compromiso ético y político al que siempre nos invitó el escritor portugués, y que ahora reclama nuestro tiempo: el compromiso de pensar y construir un mundo enteramente distinto al que hasta ahora hemos conocido. Esto  es, un mundo más allá del capitalismo. 

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