sábado, 27 de octubre de 2012

Cultura de la naturaleza. De la historia ambiental como historia.

Todo nos advierte, ya, que hemos ingresado a aquel futuro en que la ciencia de la naturaleza va siendo finalmente la ciencia del hombre y se halla cada vez más subsumida bajo esta.

Guillermo Castro Herrara / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

En síntesis, la revolución del ADN […] brinda un marco racional para la elaboración de una historia del mundo. Una historia que considere al planeta en toda su complejidad como unidad de los estudios históricos, y no un entorno particular o una región determinada. En otras palabras: la historia es la continuación de la evolución biológica del homo sapiens por otros medios.
Eric Hobsbawn. El desafío de la razón: Manifiesto para la renovación de la historia

La discusión sobre el vínculo entre las Humanidades,  las ciencias sociales y la ciencias naturales, que subyace a todo el proceso de formación de la historia ambiental como campo del saber, es más antigua de la que parece. Ella es parte de un debate iniciado mucho antes –el Génesis es un ejemplo– sobre el lugar y a función de la especie humana en la evolución del infinito sistema de relaciones al que llamamos la naturaleza, nuestro entorno vital. Lo que sigue es un ejemplo del estado de esa discusión hacia 1844, en París, por parte de un joven intelectual que, a sus 26 años, procuraba ajustar cuentas con la formación que había recibido, para encontrar su propio camino:

Las ciencias naturales han desarrollado una actividad enorme y se han apropiado cada vez más materiales. Sin embargo la filosofía se ha mantenido tan ajena a las ciencias como éstas a la filosofía. Su momentánea fusión sólo fue una ilusión de la fantasía. Querer no es poder. La misma historiografía se ocupa de las ciencias naturales sólo de paso, como factor de ilustración y utilidad de algunos grandes descubrimientos. Pero tanto más han intervenido prácticamente las ciencias naturales a través de la industria en la vida humana, cambiándola y preparando la emancipación humana, si bien su efecto inmediato ha sido llevar al colmo la deshumanización. La industria es la relación real, histórica de la naturaleza, y por tanto de las ciencias naturales, con el hombre. Por eso, una vez comprendida como revelación exotérica de las facultades humanas, se entiende también la humanidad de la naturaleza o naturalidad del hombre; la ciencia natural, perdiendo su orientación abstractamente material o por mejor decir idealista, se convierte en la base de la ciencia del hombre, del mismo modo que ya se ha convertido en la base de la vida realmente humana, aunque sea en forma enajenada. Poner una base para la vida y otra para la ciencia es de antemano una mentira./ / La misma historia es una parte real de la historia natural, del proceso en que la naturaleza se hace hombre. En un futuro la ciencia de la naturaleza será la ciencia del hombre y a la vez se hallará subsumida bajo ésta: no habrá más que una ciencia.
(Marx, Karl: Manuscritos de París. En Textos Selectos y Manuscritos de París. Manifiesto del Partido Comunista, con Friedrich Engels, y Crítica del Programa de Gotha. Estudio Introductorio por Jacobo Muñoz. Editorial Gredos, Madrid, 2012. Pp. 521 523)

Habrá, en el propio Marx, un ir y venir en relación a este vínculo, sobre todo en lo que hace a los términos del reencuentro – por así decirlo – entre una naturaleza plenamente humanizada y una especie humana finalmente en ejercicio pleno de su naturalidad.

Lo importante, en todo caso, es resaltar dos hechos. El primero consiste en la presencia misma del tema en la filosofía de la praxis, que ciertamente no lo descubre, pero sí lo asume de su entorno y lo lleva a los términos de su propia racionalidad. Más allá de las concesiones y deformaciones positivistas de que haya sido objeto la lectura y el uso político de esa filosofía entre 1890 y 1990, debe importarnos su capacidad para reemerger con sus propias preguntas y preocupaciones, cuando es asumida como objeto de estudio – y como guía para la acción de algunos – desde sí misma.

El segundo hecho consiste en la conexión constante que el primero le proporciona a la filosofía de la praxis con el desarrollo de los debates sobre el tema en todos los campos del saber y desde todas las perspectivas de conocimiento. No hay obstáculo, por ejemplo, para leer desde el joven Marx en adelante las propuestas de Vladimir Vernadsky y Pierre Teilhard de Chardin sobre los conceptos de biosfera y noosfera –elaborados en la década de 1920-, como no lo hay para entender que tras los debates en torno a la crisis ambiental global de nuestro tiempo subyace una verdad por demás sencilla: la de que si deseamos un ambiente distinto, ya es imprescindible adelantar la creación de sociedades diferentes.

Todo nos advierte, ya, que hemos ingresado a aquel futuro en que la ciencia de la naturaleza va siendo finalmente la ciencia del hombre y se halla cada vez más subsumida bajo esta. No hay, en efecto, “más que una ciencia”: la del desarrollo de nuestra especie en su interacción con su entorno vital, cuyo relato hace de la historia ambiental la verdadera historia general de la Humanidad.

Panamá, 21 de octubre de 2012.


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