sábado, 15 de septiembre de 2012

Ecuador: Romper las ataduras

El “orden mundial” –es decir, el orden neoliberal– y sus testaferros criollos harán todo lo posible para que las cosas no varíen; es decir, para mantener la misma matriz productiva. Harán todo lo posible para que firmemos tratados de libre comercio, para que fracase la ALBA, la UNASUR y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Fander Falconí / El Telégrafo

Hay varios logros concretos de política pública que permiten afirmar que las aspiraciones y realizaciones del Buen Vivir son positivas. Quizás lo primero que puede sustentar esta afirmación se refiere a la forma de gestionar el Estado.

Desde el año 2006 al presente, podemos reconocer que la atmósfera en el país cambió muchísimo. La renuncia y las actitudes entreguistas se esfumaron y quedaron solo sus malos recuerdos: el manejo de los fondos petroleros y de la deuda externa, la obsesión para negociar tratados de libre comercio por parte de los gobiernos de turno, la subordinación al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, la presencia sospechosa de la base de Manta y la cesión de la política de seguridad interna. Fue un alivio que desde 2007 pudiéramos encontrar, como ciudadanos con voluntad política, el camino de nuestra autodeterminación.

Antes se aceptó –con la Ley Orgánica de Responsabilidad, Estabilización y Transparencia Fiscal impuesta por el FMI y el sector financiero– que el primer acreedor del Estado sea el externo. Los fondos de estabilización petrolera se constituyeron para asegurar esos pagos. En esta misma dirección apuntaba esa absurda cláusula que obligaba a expandir el gasto público anual en una cifra determinada.

Un absurdo económico más grande que una catedral era aceptar que la política pública era perversa en sí misma, y que el mercado era capaz de reemplazar todos los espacios públicos. Habría que recordar quiénes permitieron que una norma tan insensata se promulgue en el país para beneficio de los tenedores de deuda externa.

El objetivo buscado requiere un horizonte más largo. Las voces estridentes son parte interesada de una racionalidad injusta que nos mantuvo en la opresión durante dos siglos. La ruta del posneoliberalismo es algo colosal, más todavía desde la insumisión y desde la crítica al orden financiero internacional.

El “orden mundial” –es decir, el orden neoliberal– y sus testaferros criollos harán todo lo posible para que las cosas no varíen; es decir, para mantener la misma matriz productiva. Harán todo lo posible para que firmemos tratados de libre comercio, para que fracase la ALBA, la UNASUR y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Muchos tratan de volver al pasado. Existen también sectores “conservadores”, autollamados de izquierda, que se han resistido siempre a los cambios: las reformas a la seguridad social, los asuntos competentes al magisterio y la intervención en entidades educativas para manipular y agredir. Todo eso está quedando en el pasado. Sabemos que otra forma de gestión del Estado ecuatoriano es posible, distinta a la situación que en el Ecuador prevaleció hasta el año 2006.

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