sábado, 3 de septiembre de 2011

Guatemala: sociedad fallida, Estado fallido, elecciones fallidas, futuro fallido.

En Guatemala no se sabe cómo hacer política de otra forma que no sea con la mano dura aplicada al oponente político, al que piensa diferente o al que se atraviesa en el camino. Hay un resabio de gamonal matasiete, dueño de vidas y haciendas que dirige con el índice erguido los destinos de la patria.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

(Fotografía: el general Otto Pérez Molina, favorito para ganar las elecciones del próximo 11 de setiembre)

¿Es o no es fallida una sociedad que, teniendo las posibilidades de alimentar a una población cinco veces superior a la que tiene, mantiene al 49% de sus niños en la desnutrición crónica (UNICEF) y, literalmente, vio padecer de hambre en el 2009 a más de 400,000 personas (BBC)?

¿Es o no fallida una sociedad que mantiene en el analfabetismo al 45,6% de su población, y que alcanza el 63% entre la población indígena que constituye prácticamente la mitad de la población del país?

¿Es o no fallido un Estado que deja en la impunidad el 98% de los delitos que ocurren en el territorio nacional y tiene una de las tasas tributarias más bajas de América Latina, 12,6% del PIB?

¿Son o no fallidas una elecciones en las que priva el abstencionismo, como fue el caso de las últimas en donde resultó electo el actual presidente Álvaro Colom, en donde solo votaron 2,861,058 personas de las 6,000,000 que tenía derecho a hacerlo?

¿Es o no fallida una sociedad, un Estado, unas elecciones, en las que el candidato presidencial con más posibilidades de resultar vencedor tiene un historial que lo sindica como una de las principales figuras de la represión en masa que vivió el país en la década de los ochenta; que lo asocia con el asesinato de monseñor Juan José Girardi, Obispo Auxiliar de Guatemala, que impulsó la creación de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado y el proyecto interdiocesano REMHI (Recuperación de la Memoria Histórica), en el cual se consigna la culpabilidad del Ejército de Guatemala en el 93% de las violaciones a los derechos humanos cometidos en los años de la guerra; que el Archivo Nacional de Seguridad (NSA) de los Estados Unidos lo ubica como parte del grupo conocido como El Sindicato, estructura militar que controla contrabando, narcotráfico, trasiego de armas y crimen organizado?

¿Es o no fallida una “nación” en la que hay ciudadanos de primera y otros de segunda por su origen étnico? La segregación de la población indígena guatemalteca se expresa en los indicadores de analfabetismo, desnutrición, esperanza de vida pero, también, en el maltrato cotidiano, en la casi equiparación del indio con la condición de animal. A principios del siglo XXI esto parece inaudito, pero esa es la realidad de la “democracia” de baja intensidad, deforme y mentirosa con la que se llenan la boca en Guatemala. Esa es la democracia que dicen defender y consolidar con estas elecciones del 11 de septiembre próximo.

Durante prácticamente toda su historia, el país ha sido gobernado por dictadorcillos de pacotilla que aplicaron con estulticia y alevosía la mano dura que hoy promete, de nuevo, el general Otto Pérez Molina. En este sentido, el pasado es un lastre demasiado pesado como para sacudírselo rápidamente con la parafernalia del tinglado de unas elecciones.

En Guatemala no se sabe cómo hacer política de otra forma que no sea con la mano dura aplicada al oponente político, al que piensa diferente o al que se atraviesa en el camino. Hay un resabio de gamonal matasiete, dueño de vidas y haciendas que dirige con el índice erguido los destinos de la patria. Y, como lo mostró el debate entre tres de los candidatos presidenciales convocado por los empresarios la semana pasada, no se trata solamente de un gamonal prepotente sino, además, obtuso, ignorante, que da pena ajena oírlo hablar y decir sandeces.

Con este panorama, ¿qué le espera a Guatemala?: desgraciadamente, un futuro fallido. Un futuro en el que se seguirán reproduciendo y profundizando las taras del pasado. ¿Hasta dónde? Quién sabe. Como pinta el panorama en este momento, hay pocas esperanzas.

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