sábado, 12 de diciembre de 2009

La profecía maya del 2012, Copenhagen y el buen vivir

Una película que lleva por título 2012 circula en estos días batiendo todos los records de dinero recaudado por concepto de taquilla. Es el fin del mundo convertido en negocio. Algo parecido está sucediendo esta semana en Copenhague, la capital de Dinamarca: los países desarrollados parecen ignorar las señales cada vez más alarmantes que evidencian el cambio climático en la Tierra.
Rafael Cuevas Molina/Presidente UNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
Un fantasma recorre el globo, el fantasma del fin del mundo.
Las predicciones catastrofistas que predicen el fin de la humanidad no son nuevas, han asustado a los ingenuos casi desde los inicios de los tiempos, y nuestra época no es la excepción. Recuérdese las voces que anunciaban cataclismos universales al terminar el siglo XX, o la debacle cibernética que ocasionaría un blackout que dejaría a todos en la edad de las cavernas.
Ahora resulta que, desde el corazón de las selvas mesoamericanas, los mayas habrían avizorado que en el 2012 no hay más allá. No se trata, sin embargo, sino del término de un ciclo de la llamada “cuenta larga” que se iniciaba el 0.0.0.0.0 4 ahau 8 cumkú que sería el 13 de agosto del 3.114 antes de nuestra era en el calendario gregoriano, y que vendría culminando el 13.0.0.0.0, lo que equivale al 21 de diciembre del 2012. Según la cosmogonía maya, en esa fecha culmina el quinto mundo, es decir, uno de los períodos por los que pasa la humanidad.
Una película que lleva por título 2012 circula en estos días batiendo todos los records de dinero recaudado por concepto de taquilla. Es el fin del mundo convertido en negocio.
Algo parecido está sucediendo esta semana en Copenhague, la capital de Dinamarca: los países desarrollados parecen ignorar las señales cada vez más alarmantes que evidencian el cambio climático en la Tierra.
Tal vez hemos dicho mal. No se trata de que ignoren lo que se avecina, sino que, dentro de la lógica capitalista dominante en esos países, lo que interesa no es la vida sino los negocios.
Grandes compañías transnacionales han empezado a sacar las cuentas de las ganancias que podrán significar el tránsito marítimo por donde ahora se sitúan los hielos del Polo Norte, o la explotación de las riquezas del subsuelo cuando queden a mano las tierras de la Antártida.
Es una lógica inhumana que nos lleva a la verdadera debacle, y solo cambiándola podremos salvarnos. No es ésta una nueva profecía, es la conclusión a la que se llega después de analizar científicamente las consecuencias del estilo de vida dominante en el mundo contemporáneo. La Tierra no lo soporta.
La humanidad se encuentra ante la más importante encrucijada a la que se haya enfrentado nunca y, si por las vísperas se saca el día, parece que no estamos a la altura requerida para resolverla positivamente. Lo que se impone es una revisión total de nuestro modo de vida, aquel que deriva de la dominante civilización occidental que, hoy por hoy, se expande dominante a través de las dinámicas globalizadoras.
Es necesario revisar conceptos que parecen naturales, y cuyo cuestionamiento puede hacernos parecer como desquiciados. Dos de ellos son los de desarrollo y el de progreso.
En efecto, dadas las condiciones actuales del globo terráqueo, debemos preguntarnos hasta cuándo las sociedades humanas deben seguir entendiendo el desarrollo y el progreso como una creciente capacidad de bienestar asociado al consumo.
Necesitamos nuevas formas de relación entre nosotros, los seres humanos, y de los seres humanos con nuestro entorno.
En Bolivia, en el contexto de la revolución social que se lleva a cabo bajo la conducción del MAS y Evo Morales, se ha empezado a relevar una visión de mundo que encuentra sus raíces en las antiguas comunidades andinas que pueblan ese territorio hace miles de años. Se trata del “buen vivir”, es decir, una idea que podemos asociar con el de “calidad de vida”.
El buen vivir, la calidad de vida, debe asociarse más con el ser que con el tener. Se trata, evidentemente, de un modo de vida distinto al que se mueve por el motor del lucro y el consumo. Lo que el buen vivir anuncia es un mundo nuevo en el que no tienen lugar las visiones catastrofistas. Tal vez por eso, ninguna empresa de la industria hollywoodense le ha puesto atención.
No habrá película del buen vivir.

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