sábado, 14 de noviembre de 2009

Los Andes: la voluntad consciente

En ninguna otra región como en los Andes, los imperialistas de aquí y de allá han llevado tan lejos sus planes desestabilizadores y sus amenazas de intervención militar. Por eso se hace más que necesario reafirmar, cada vez que sea requerido, la voluntad consciente, soberana y popular que impulsa y sostiene el cambio de época.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
El 2009 ha sido un año de triunfos nacional-populares en la región andina. Mediante elecciones libres y democráticas, en enero el pueblo boliviano aprobó la nueva constitución del Estado Plurinacional en condiciones inobjetables (61,4% de los electores a favor); en febrero, la Revolución Bolivariana se afianzó en Venezuela al ser aprobada la enmienda constitucional que permite la reelección indefinida en todos los cargos de elección popular: el SÍ obtuvo un 54,8%, casi un millón de votos de diferencia respecto del NO; y en abril, Rafael Correa resultó reelecto como presidente del Ecuador, al recibir el 51,3% de los votos emitidos, lo que puso fin a un largo período de inestabilidad en el Poder Ejecutivo, y le dio proyección en el tiempo a la Revolución Ciudadana.
En los tres casos, se trata de procesos que no han estado exentos de problemas, contradicciones y disputas con sus bases de apoyo social, situaciones normales en cualquier experiencia revolucionaria en los tiempos que corren. La eficiencia del Estado en la generación de oportunidades, la prestación de servicios básicos (electricidad, agua, vivienda, educación) y la definición del modelo de desarrollo que se quiere impulsar, tal y como se ha observado en las últimas semanas, se perfilan como los desafíos inmediatos que deberán acometer los gobiernos y las sociedades de estos países en los próximos años.
Lo que es indudable es que en Bolivia, Ecuador y Venezuela se han puesto en marcha importantes transformaciones sociales, políticas y culturales, que parecían condenadas a los museos de historia de América Latina, especialmente luego de la larga pesadilla neoliberal que sufrimos desde la década de 1970. Y de la que muchos países todavía no despiertan. Incluido, por supuesto, Costa Rica.
En este sentido, vale destacar el espíritu martiano-bolivariano que anima el proyecto integracionista de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), el cual ha logrado configurar una nueva lógica nuestramericana de las relaciones entre los pueblos, desafiando así al economicismo elitista y desintegrador que inspiró otros empeños de asociación, sobre todo bajo el dominio neoliberal de las décadas de 1980 y 1990.
Los logros del ALBA en estos años, como alternativa en un mundo dominado todavía por los espasmos del neoliberalismo, son innegables: la construcción de centros médicos para brindar servicios gratuitos de salud, la formación de médicos y especialistas en salud, el impulsó a la alfabetización, la creación del Banco del ALBA y del Sistema Único de Compensación Regional (SUCRE), para facilitar el intercambio comercial y los pagos entre países, o los programas intercambio cultural, por citar solo algunos ejemplos.
Asimismo, el masivo respaldo popular del que gozan los dirigentes de estas revoluciones, y que suele ser minimizado, tergiversado y ridiculizado por la incesante guerra mediática interna y externa que enfrentan, constituye un dato objetivo de gran valor para comprender la naturaleza y la orientación de los cambios en curso.
No se trata de magnificar per se la figura de los presidentes Evo Morales, Rafael Correa o Hugo Chávez, sino de señalar que su liderazgo es el resultado genuino de las diversas experiencias de resistencia al neoliberalismo, la acumulación de fuerza social y política de los excluidos, y la construcción de alternativas desde abajo.
Es decir, hacen parte de un proceso histórico de ascenso de las organizaciones sociales y populares, que no empieza ni se agota en esta triada de mandatarios, y cuyo origen podríamos ubicar en los contextos y coyunturas que dieron lugar al Caracazo de 1989; las movilizaciones indígenas contra los gobiernos neoliberales en Ecuador, desde 1997 y hasta la derrota de las negociaciones del TLC con Estados Unidos, en 2006; y en las guerras populares del agua y del gas en Bolivia, iniciadas en el año 2000
Estas guerras populares, como apunto Ángel Guerra, constituyen el “símbolo de la voluntad consciente de desmantelar las políticas neoliberales, rescatar la soberanía nacional y propiciar a la mayoritaria población indígena, las condiciones que le permitan expresar a plenitud su identidad y ganar derechos sociales y políticos que siempre se le han negado[1].
Ahora, el próximo 6 de diciembre, los bolivianos y bolivianas acudirán una vez más a las urnas para elegir presidente para un nuevo período de gobierno. Se cierra así un ciclo electoral histórico en la región de los Andes. Los analistas no discuten ni ponen en duda el triunfo de Evo, sino sus dimensiones: si obtendrá o no mayoría en las cámaras legislativas, y cuál será el nuevo escenario político y la correlación de fuerzas con la derecha opositora, racista y separatista afincada en la región de la Media Luna.
Para Bolivia y América Latina, se trata de la oportunidad de seguir dando pasos en la dirección correcta: la del buen vivir, de la unidad y la integración regional, de la restitución de los derechos sociales y culturales pisoteados por lo opresores históricos de los pueblos, y en definitiva, seguir en la ruta de la reparación de la memoria y la dignidad de nuestra plural América ofendida, como la llamó el poeta Cintio Vitier,
En ninguna otra región como en los Andes, los imperialistas de aquí y de allá han llevado tan lejos sus planes desestabilizadores y sus amenazas de intervención militar (las bases estadounidenses en Colombia son una prueba fehaciente). No se equivocan quienes afirman que aquí podría decidirse la suerte del continente. Por eso se hace más que necesario reafirmar, cada vez que sea requerido, la voluntad consciente, soberana y popular que impulsa y sostiene el cambio de época.
NOTA
[1] Citado por Moya Mena, Sergio (2004). Cambio social y políticas progresistas en la globalización. Cartago, Costa Rica: Editorial Wiphala. P. 120.

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